viernes, diciembre 14, 2007

¿Gusto?

La racionalidad ha sabido abrir sus túneles de instinto inhumano...
imposible, no, lo es...
no es ético... y qué más le da...
irracionalidad hablando en impulsos mudos...

Intercambiar el éxtasis del roce por tortuosoas peleas,
el inacabado respiro por lágrimas solitarias,
tensiones que reprimen punzantes suspiros silenciados por esperanzas carentes de sujetos,
ruidos de sentimientos mitigados por gritos desangrantes de futuro...

Una mala jugada,
el trueque de quien se aferró a lo que nunca tuvo y soñó haber tenido...
Pérdida,
devaluación del espíritu,
reembolso de lo que ya fue usado y no tiene ningún valor...
Ganancia,
conciencia del poder propio,
sobrevaloración de lo que se presenta,
subestimación del que no supo verlo...

Saber recibir... la puerta al mundo del rico en corazón...
Saber discernir... la cualidad del alma pura...
Saber percibir... la desdicha del visionario...
Saber escoger... la realidad del que en tranquilidad siente...

Bienvenidos los sentimientos inexplorados,
es la vida en una más de sus lecciones sin tutor...

sábado, diciembre 08, 2007

Hasta la próxima


Mis palabras volverán a ser testigos de mi presente cuando el amor se decida a susurrarme nuevas promesas...


Por ahora... la depresión dejará de ser su espera y el silencio callará su ausencia.


Nos veremos en otros tiempos...

miércoles, noviembre 21, 2007

Elecciones




VS

Desierto

Las fuerzas de brazos cruzados,
y el orgullo en su poltrona con aire despectivo y señorial.

Me deshidrato de besos carentes de exclusividad,
seca de piel ajena llora mi alma lágrimas desérticas.

Oasis de pertenencias consumadas juegan a seducirme,
hilachados manantiales de vidas entrelazadas refrescan mi anhelo.

Tormentas de arena violentan mi despertar,
y una sed de muerte se descubre en soledad.

De soles ardientes agoniza el viajero,
y el agua de vida le ofrece esta vez el descanso eterno.

domingo, noviembre 18, 2007

Juicio


Tendrá miedo, lo tendrá. Volverá atrás una y otra vez como lo hago yo cada noche... llorará como lloro yo la pérdida de mi independencia. Tratará vanamente de volver sobre sus pasos y entenderá que caminó sola. Su elección, no mía... su peso, no el mío.

Prioridades, creí que al tenerlas resueltas se aclararía el camino. Primera prioridad... not achieved... pasa a ser la última de repente.

Segunda prioridad... salir del país. No huyo, recreo mi soledad y la enfrento a los ojos. Nuevas personas, nuevo hogar, nuevas calles, nuevos planes, nuevas experiencias, nuevo amor... NUEVA VIDA.

Tercera prioridad... dejar hacer, dejar pasar. Otro golpe que no sorprende... duele bajo, como una punzada histérica, como la puñalada de odios asesinos. Hiere, se mantiene dentro... sostenida. Lloro, lloro, lloro, lloro.
Paso al banquillo caminando débilmente. Lo busqué yo, sí. Lo elegí yo, sí. Lo eché todo a perder, sí. Lo intenté, sí. Lo creí posible, sí. Me ilusioné, sí. Perdí, sí. CULPABLE. Sentencia a seguir: cadena perpetua a su desilución y silla eléctrica al tormento. Precio pagado. Caso cerrado.

Sin enamoramiento no hay ilusiones, sin ilusiones no hay motivos y sin motivos se emprende una nueva búsqueda. El tiempo pasó sin piedad, los golpes me entorpecieron y las lágrimas me curaron. El corazón se acostumbra a olvidar.

martes, noviembre 13, 2007

¿Do you speak english?

Fort Lauderdale, Florida. Hacía más de una hora habíamos tocado tierra estadounidense y nos encontrábamos en un modesto motel ubicado frente a la playa.

- No desempaquen todo porque sólo nos vamos a quedar dos días aquí. Saquen dos mudas y vuelvan a meter las maletas al carro – dijo mi papá.

El carro, un Honda verde oscuro, lo había rentado mi papá en el aeropuerto. No era lo suficientemente amplio para una familia de cinco personas, pero no estaba del todo mal, y aún olía a nuevo. La idea era recorrer todas las costas del estado de Florida en un mes y medio, sin una agenda precisa y sin reservaciones. Así eran los viajes con mis padres, y mis hermanos y yo ya nos habíamos acostumbrado. Lo único que tenía fecha exacta eran los tiquetes de avión que indicaban el día de regreso a Colombia: 25 de julio.

- Tengo hambre – dijo mi hermano al tiempo que salía del baño del cuarto que nos había sido asignado por el dueño del motel, un hombre de unos 40 años, un poco pasado de peso, calvo, pero de aire gentil.
- ¿A dónde quieren ir a comer? – preguntó mi mamá.
- Taco Bell – respondí entusiasmada desde una de las camas.
- Bueno, entonces vayan al carro – dijo mi papá mientras lanzaba por los aires las llaves del carro para que mi hermano las atrapara – Yo voy a preguntarle al dueño dónde queda.

Todos nos quedamos absortos. Mi mamá dejó de desempacar los utensilios del baño y se quedó mirándolo sin entender. El inglés de mi papá era precario, por no decir que nulo. Nunca tuvo la oportunidad de asistir a un colegio bilingüe como habría querido, razón por la cual no lo pensó dos veces para meternos a nosotros, sus hijos, en uno de ellos. De vez en cuando se animaba a ayudarnos cuando teníamos que estudiar vocabulary, pero las lecciones nunca terminaban bien. “¿Qué quiere decir Birth?”, preguntaba mi papá. “Nacimiento” respondía yo. “Mal. Vuelve a estudiar y te vuelvo a preguntar más tarde” sentenciaba él. “¿Entonces qué significa?” preguntaba yo desconcertada. “Pájaro” aseguraba triunfante mirando el cuaderno que sostenía en las manos sin dejar que yo lo viera. “Papá, eso es bird”. Entonces él fruncía el ceño, se cruzaba de brazos y daba por terminada la sesión de estudio.

- Mi amor, tú no sabes inglés – le dijo cariñosamente mi mamá – Tatis, ¿por qué no vas y preguntas tú?
- No. Imposible que no pueda. Díganme cómo se pregunta dónde queda Taco Bell – dijo mi papá mirándonos a mi hermano y a mí.

Lo contemplé un momento mientras trataba de pensar en la forma más sencilla de formular la pregunta para evitarle complicaciones. Su pantaloneta azul oscura siempre arriba de las rodillas, sus tenis blancos que no suelta y nunca le combinan con nada me causaron de repente cierta simpatía.

- Sir, where is Taco Bell? – dije muy despacio y pronunciando cada sílaba con detenimiento
- Sir, guer its Taco Bell? – imitó mi papá.
- Where is – repitió mi hermano.
- Where is
- Ajá – dije yo aprobando su pronunciación.
- Bueno, entonces nos vemos en el carro ahora – dijo mi papá, y salió del cuarto.

Todos nos dirigimos al carro. Mi hermanita, de dos años de edad, se echó a llorar porque mi mamá le había apagado el televisor. El calor era insoportable. Mi mamá tuvo que poner el aire acondicionado del carro a todo dar para que no nos deshidratáramos dentro. Mi hermana seguía llorando en los brazos de mi mamá.

- Sir, where is Taco Bell?

El dueño del motel, de movimientos lentos y ojos perdidos, levantó la vista del periódico que sostenía en las manos, miró a mi papá desde detrás de sus inmensos lentes y se mantuvo en silencio por unos segundos. Mi papá, temeroso de no haber sido entendido, volvió a decir:

- Sir, where is Taco Bell?

Dos mujeres que estaban charlando alrededor de una pequeña mesita situada en un rincón de la recepción se quedaron de repente en silencio y miraron a mi papá con extrañeza. El dueño del motel rió un poco y le explicó paso a paso qué indicaciones debía seguir para llegar a Taco Bell. Al terminar, el dueño del motel sonrió. Mi papá le devolvió la sonrisa, dio la espalda y se dirigió a la puerta sin decir más. Las dos mujeres lo siguieron con la mirada hasta verlo salir del lugar.

Mi papá se acercó al carro, abrió la puerta y entró por el lado del conductor. Todos nos quedamos esperando unos minutos a que hablara, pero no dijo nada.

- ¿Le preguntaste? – dijo finalmente mi mamá.
- Sí.
- ¿Te entendió?
- Supongo.
- ¿Y qué te dijo?
- No tengo idea – dijo mi papá encogiéndose de hombros.

Mi hermano y yo nos echamos a reír. Mi papá no dijo nada y se cruzó de brazos.

- Tatis, bájate tú y le preguntas – me pidió mi mamá.
- Está bien… - respondí a regañadientes y con un poco de risa mientras abría la puerta del carro.
- No – sentenció secamente mi papá. Se había puesto sus gafas imitación Ray Ban y se dispuso a arrancar sin más. Apenas tuve tiempo de cerrar la puerta. – Lo buscamos y ya.
- No quiere quedar como un imbécil con el dueño del motel – susurró a mi oído mi hermano. Los dos nos reímos en silencio.

Casi una hora después, estábamos comiendo en el Burger King situado al lado de nuestro motel. Mi papá no quiso comer, se limitó a sentarse y a mirarnos cruzado de brazos.

viernes, noviembre 09, 2007

miércoles, octubre 31, 2007

Ojos en el reflejo


El cansancio siempre pujando sobre los hombros, es el tedio de haber vivido demasiado…

Hoy el sol ha salido siguiendo su rutina, esa misma que me recuerda lo inexplicable de la vida, lo insignificante de mi existencia… Me tomo mi tiempo para levantarme de la cama, no encuentro el impulso necesario para enfrentar la vida que pasa ante mis ojos sin mayores repercusiones.
Me dirijo con pasos lentos, casi arrastrados, hacia el espejo. No me acostumbro aún a mi nuevo corte de pelo. Una mirada rápida y furtiva y parezco más joven, quizá de unos quince años si mucho. Me detengo entonces en mis ojos y me clavo la mirada. ¡Qué extraño es verse directamente a uno mismo sin el velo del auto juicio! Unos ojos verdes y apagados me miran del otro lado sin compasión, con una mirada triste y perdida, pero fija, siempre fija. Veintidós años parecen ser muy pocos entonces, demasiado pocos cuando la vida ha dejado sus rastros… los circunda, los hunde, vuelve opacos este par de ojos mancillados por lágrimas pasadas y amores construidos a punta de recuerdos.

Un manto gris, casi granuloso, cubre por un momento el verde de esos ojos atentos… es la nube de recuerdos que no deja de atacar en soledad, esa soledad fría y ácida, que no descansa hasta recorrer los más sensibles recodos de la sensibilidad humana hasta hacerme sangrar y agotarme en llanto. Pero hoy no lloro y el reflejo tampoco. Hoy sólo hay cansancio… dos ojos exhaustos me miran como suplicando una tregua, una que decido concederles.

Pero la nube gris aún no se ha ido y, tras una polvorienta muralla de protección, descubro miles de besos… los ojos verdes del reflejo se desnudan ante mí. Besos masculinos, casi herméticos, con sus largas lenguas húmedas de deseo que asfixian hasta el más intrépido sentimiento. Besos desbordantes de mujer, apasionados, suaves y blandos al contacto, casi fugitivos. Besos largos y lentos, que se hunden en la exploración del propio sentir. Besos cortos y rápidos, siempre agitados y en espera de un nuevo y más atrevido movimiento. Los veo todos, uno a uno en la grisácea nube de recuerdos mudos… he besado el pasado con frenética aferración, como queriendo atrapar en algún lugar de esa cavidad oscura mis sueños sin suelo. He besado el presente, con esos besos vacíos y distantes, para luego verme en los ojos del instante que no prometen nada más que el hoy. He besado mi futuro en besos largos y continuados, que duran meses, quizá años, y no parecen desgastarse con el correr del tiempo que todo lo cura, hasta el amor más voraz.

Lo he tenido todo y he visto su discurrir lento por el trazo tosco de mi vida. También he visto cómo se aleja, cómo me deja todo lo que una vez obtuve y retuve como si fuera mi único motivo, el último suspiro que me ata a esta vida ajena de compañías eternas. Y al marcharse, dejan su huella, ese color opaco en los ojos que me miran, como si cada pérdida se llevara consigo el brillo de los sueños. Y dejan la derrota al lado del cansancio que me sofoca. Sólo dos ojos, los mismos de siempre, los que han cargado con mis errores y decaídas… ellos y la soledad. Sí, la soledad, siempre al lado, esperando tranquilamente el momento para caernos encima como prueba del desastre, la misma que no lleva la cuenta de los malos pasos o las amplias y francas sonrisas, que le da lo mismo si hemos amado o nos hemos pasado de boca en boca sin haber dejado de nosotros ni siquiera un poco en el camino que han marcado nuestras lenguas… ¡qué más le da! Al final estará siempre allí, con sus inmensos brazos fecundos en la oscuridad… sin juzgar, sin señalar… ese trabajo no lo deja a nosotros, fieles rehenes de su silencioso andar, desconocidos de una vida que nos fue dada y nos puede ser arrebatada por igual… sin avisos previos, sin alarmas… y así como vino se va, sin habernos dado el chance de descubir si quiera el por qué.

Bajo la mirada al suelo y lo mismo hacen los dos ojos en el espejo… verdes opacos, opacos de vida, de cansancio, de experiencia, de sufrimientos… conocedores desgraciados de su destino sin propósito. Ya nada les importa… el amor, los sueños, las ilusiones… que vayan o vengan, la misma da, se han cansado de esperar lo que no se les prometió nunca.

El sol se oculta por el occidente, dejando tras de sí un halo de luz que no demorará en desaparecer tras él, condenando a todos los seres… enamorados, tristes, ilusionados, exitosos, sonrientes, sufrientes… a la propia existencia oscura.

Mis ojos, ya no puedo ver mis ojos… una oscura tela de noche se ha interpuesto entre ellos y yo.

domingo, octubre 14, 2007

Depresión

Un alto de camino al infierno,
el diablo de largos tedios y sabor a cal,
la misma oscuridad carnívora de sufrimientos ajenos,
es el puñal impulsado frenéticamente por lo que no se tiene.

Su dolor y el mío en dos extremos intocables,
extrañas de susurros ligeros y efímeros,
palabras que se anclan a callar las lágrimas,
es el sentimiento sin puerto.


Mi vida que se niega a embarcar en sin regresos,
la presente soledad sin promesas soñadas,
grietas abiertas tentando a abismos demoniácos,
es la degeneración del alma en pena.


No mires, la verguenza de hallarme viva la recuerdo en tus ojos,
Cierra los ojos, dale olvido a la miseria de la existencia unívoca,
abrelos de nuevo, te apremia la desgracia con su desgastante continuidad,
llegó el momento de levar anclas.

domingo, octubre 07, 2007

Cuento 2

Dio una última aspirada a su cigarrillo y lo apagó en el cenicero frente a él. Se quedó absorto observando cómo se dibujaban las figuras de los recuerdos en el humo que exhalaba lentamente. Ya no la veía a ella, y se sorprendió al descubrirse solo en su propio mundo, uno que ya no le pertenecía a ella. Sabía que ya todo estaba arreglado, no había vuelta atrás. Para no dejar mucho espacio a sus pensamientos que, estaba seguro, se encargarían de encontrar razones suficientes para aliarse con el arrepentimiento, tomó otro trago largo de su cerveza.

Por su ventana vio el sol en lo alto del cielo, jugando escondidillas con las nubes. Jose, el alcohol es para los viejos que ya conocemos el dolor de cerquita y no sabemos qué hacer con él, le habría dicho su madre si lo viera, tal como le decía cada vez que lo encontraba bebiendo. Si mi madre supiera lo vieja que es mi alma, pensó con tristeza. Pero su madre nunca lo escuchaba y sabía que ahora tampoco lo haría, así que no había razones para perder el tiempo en el intento, como ya lo había hecho en tantas ocasiones cuando era niño.

El timbre lo despertó de sus divagaciones. No esperaba a nadie, lo sabía, y tampoco deseaba esperar a nadie, ya había esperado demasiado y se había hartado de hacerlo. La espera nos vuelve viejos y mantener viva la ilusión, muertos vivientes, se dijo para sí. Tal vez era Pedro, el portero que de cuando en cuando subía a llevarle la correspondencia, pues hacía ya algún tiempo que no había vuelto a salir…no recordaba con certeza cuánto, había dejado de importarle. “Llega un momento en que el hombre pierde la noción de su existencia y es entonces cuando se abandona al olvido de sí mismo. El hombre al que el dolor le ha carcomido el alma”, leyó de nuevo en su tablero de tiza ubicado en un rincón de la sala, mientras se dirigía a la puerta. Tampoco recordaba ya en qué momento había escrito esas palabras.

Abrió la puerta lentamente con la mano que tenía libre, en la otra llevaba su cerveza casi vacía. Ante sus ojos apareció una figura femenina, y sus recuerdos olvidados cobraron vida. Ella hizo un gesto de desaprobación al ver la cerveza y sonrió con complicidad. “¿No me invitas a una?”, dijo. “Claro” respondió él aún estupefacto, y la dejó pasar.

Julia, ese era el nombre que le lanzaban sus recuerdos, se sentó en el sofá de la sala, entre latas de cerveza bebidas meses atrás y cenizas de cigarrillos desperdigadas por doquier. “¡Por Dios!” exclamó “¿Qué has estado haciendo?”. “No mucho Julia” respondió él, reconociendo para sus adentros que, de hecho, no había hecho nada. Trajo consigo otras dos cervezas y se sentó en el sillón frente a ella sin decir más.

Ella supo entonces que no había mucho más de qué hablar, no había razón para cordialidades absurdas ni frases amistosas. “Jose, he vuelto por ti”, se lanzó a decir ella sin rodeos. Él la miró desconcertado y vio frente a él su sueño ya olvidado. Vinieron a su mente esos días amargos en que lloró su ausencia y su derrota materializada, esas noches desaforadas en que besó enloquecido a mujeres desconocidas y las llevó a la cama para comprobar que, en efecto, ninguna de ellas era Julia, ni podrían serlo jamás, porque Julia era sólo una… la mujer ausente.

La miró con la ilusión moribunda en los ojos, le sonrió y bajó la cabeza. Ella, sin comprender, se arrodilló frente a él y tomó sus manos tiernamente entre las suyas. “Jose, fue un error, todo fue un error, desde el momento mismo en que te aseguré haberme enamorado de otro. La verdad es que nunca pude olvidarte.”, aseguró, mientras una lágrima se escapaba de sus ojos cristalizados. Él fijó sus grandes ojos negros en los de ella y se encontró de frente con su pasado, pero no se alteró… ya había tomado la decisión de vivir en el presente. Sin previo aviso, Julia lo besó. Un beso lento y pausado, luego rápido y eufórico.

En menos de lo que él pensaba, estaba besando de nuevo su cuerpo de ilusiones, recorriendo cada parte de su mujer olvidada en destellos de dolor, penetrando enloquecido sus recuerdos más profundos, lamiendo sus sueños corroídos por el tiempo, para dibujar de nuevo los contornos de su mujer amada y olvidada.

Al despertar, la noche se asomaba ya por la ventana. Miró la hora, 7:15 p.m., aún estaba a tiempo. Se sorprendió al ver el rostro de Julia a pocos centímetros de él, profundamente dormida y sus gruesos labios separados apenas un poco. La seguía encontrando hermosa, no había duda de ello, pero un vacío lo carcomía por dentro… era el lugar que había ocupado el amor por ella. Comprendió entonces que ya era demasiado tarde, que el olvido le había arrebatado de las manos a la mujer de su vida, y el amor, por mucho que se intente, no puede recordarse ni vivir del pasado.

Lentamente y tratando a toda costa de no hacer ruido, se levantó de la cama y se vistió. Sacó la maleta ya lista de debajo de la cama y la llevó hasta la puerta. Los de la mudanza vendrían al día siguiente por sus cosas y se las harían llegar. También le había dicho a Pedro que llegaría en la mañana una muchacha para dejar el apartamento perfectamente limpio y organizado para sus nuevos inquilinos. No quedaba mucho más por hacer.

Tomó un papel y un esfero de su escritorio y escribió: No llores tu tardanza ni des cabida al arrepentimiento. Preguntaste qué hice durante todo este tiempo: lloré el duelo. No me esperes en el pasado, el presente ya me ha alcanzado Deja que te dé alcance a ti también y ahí podré quererte.

Salió al pasillo y cerró la puerta silenciosamente. Sabía que nunca más podría amarla, pues al olvido no se le puede recordar jamás. Le quedaba la satisfacción de haber dejado todo su pasado tal y como lo había soñado.

Había llegado el momento de vivir el presente y soñar su futuro. Se llevaba la ilusión de presenciarlo con una mujer presente.

viernes, octubre 05, 2007

Nada fue...

Llena de dolor intravenoso,
de besos cortados por palabras secas,
de alientos carentes de sentimientos perseverantes,
de miradas vacías de sus oscuros ojos inexpresivos.

La mujer que entró con hoyos de otro,
que desea llenar lo que él no da, con casualidades sin futuros,
que vio en mí una posibilidad para huir de su monotonía,
que cree soltar sus detestadas ataduras viviendo al día,
y amarra así los sueños de este ser que aún no se da por vencido…

El miedo le corroe el presente que dice vivir,
y cobarde se marcha dándole la espalda…
El corazón se encoje fulminado por lo que se dio,
el sueño unilateral de lo que nunca fue...

La mujer de pasos largos y atrevidos,
la niña sin huellas…
La mujer de oportunidades que no escapan,
la niña que teme arriesgarse…
La mujer descomplicada y sin preocupaciones,
la niña que llora en silencio…
La mujer de un solo amor,
la niña de todos…
La mujer que no promete nada,
la niña que cumple sus promesas...

Paso, paso, paso…
Atrás, atrás, atrás…
Amor a los instantes,
pavor a la pertenencia,
y continúa perdida en su rumbo cíclico…

Es ella la mujer liberada,
la niña esclavizada,
y en el fondo un oscuro vacío que se niega develar,
uno que nunca podrá sanar él,
y mucho menos quien desee ir muy lejos...

domingo, septiembre 30, 2007

Domingo


De regreso a mi casa… el fin de una historia, el comienzo de mi nueva vida… Curioso recorrer de nuevo esa carretera de regreso. Vuelvo con la mujer que quería sacar olvidada, y un nuevo tormento en el corazón…

Él tal cosa, él tal otra, esa canción es él… bla bla bla. La presencia que sabía, no podría derrotar. Triste… triste. A pesar de saber desde un principio que sería así, algo dentro de mí se estremece.

Chao, chao… Me devuelve la maleta vaciada de mí, llena de ella. No lo sabe, no lo sabe. Triste… triste.

Siempre hay algo más. Send. Siempre hay algo detrás de mi besos (sé que no puedo generalizar con ella… ella no es de plurales), tal vez siempre lo habrá… sentimiento. Siempre hay algo más… ella y él… su vida.

Me retiro de un intento con una derrota anticipada…me retiro y lo dejo para quienes sí disfrutan las confusiones… ella.



Acompáñame a estar sola. Quiero conocerte. Basura, el messenger es de lo peorcito. Bloqueada. El cupo está lleno.




Sí siento. Nos vemos mañana.




Ouch... daré por terminada esta crónica de mi viaje. Un fin y un principio... las cosas no pueden ir muy mal... ya veremos.

Sábado



Guayabo… recuerdo y vuelo. Me siento feliz… siento, siento.

Caiga ya en Oviedo. Voy. Me asusta verla de nuevo. Lo que supuse… como si nada hubiese pasado. No esperaba más. La veo a mi lado cantando, distraída en otras cosas…JUEPUTA… y vuelve a atacarme el sentimiento… siento, siento… desde hace 3 años no sentía esto. Me gusta y duele…

A dormir, mañana nos devolvemos juntas a Bogotá. ¿Qué le pasa? Nada. Bullshit. Vuelve a acertar, pero esta vez no quiero hablar, no vale la pena. Me muero de ganas de besarla, pero algo me detiene… el puto sentimiento. Ya no es sólo química… y no puedo hacerlo, no puedo besar mi propio fracaso...

Me abraza… tiemblo y lloro sin que lo sepa. No lo entiende… qué lo va a entender. A dormir… a acabarlo antes de que sea demasiado tarde para mí.

Los problemas y las confusiones serán míos, dice… ya veré yo como la suelto. Fácil para ella… casual.

Viernes


Una exposición de caballos en la que realmente no estoy concentrada. Haga algo con eso, haga algo con eso. Finalmente… La espero en el Lleras. No importa si tengo que pasar por encima de un disgusto familiar… tengo que llegar como sea, no puedo dejarla ir (ahora menos)…

Un margarita en frente… ¿Es que vinimos a hablar? Sí que sé perfectamente cuando una mujer coquetea. Llegan mis amigos… tequila. ¿Me quiere emborrachar? Sí. Yo también quiero para descubrir esas fuerzas ocultas en alguna parte que me impulsan a dar el primer paso.

Pida el taxi desde mi casa. Bajo con ella… sé que el taxi tardará muchas horas en llegar. Frente a la piscina… solas. Sé que es el momento, sé que ella lo espera y la cojo a besos. Primer tabú roto y me siento libre.

Simple química, pienso. BULLSHIT. Ahora que acabo de hacer por primera vez las cosas al revés entiendo que también funciona. Antes… sentimiento, luego besos. La vida me daba un vuelco. En alguna parte de mí algo se despierta y me es insoportable… tiemblo y no puedo parar. Wow como tiembla. Wow lo que despierta en mí y me aterra. Usted es muy mujer. Sí, lo sé… me sorprende más el descubrirlo en ella.

Subimos al último piso del edificio… ya no puedo parar de besarla y me da pánico no poder dejar de hacerlo. ¿Por qué tiembla? No me diga que es por frío. Sí. Bullshit. Un acierto más para ella… tengo pánico. Veo a futuro y no veo nada… pánico. Siento cosas con un solo beso que no promete nada… pánico. Puedo ser una más… pánico.

¿Qué espera? ¿Que le termine a mi novio y me cuadre con usted? No, le digo, y mi interior se niega a dejar de soñar… SÍ. Pero sé que eso no ocurrirá… no vale la pena tampoco pedir imposibles… tal vez baste con soñarlos… y duele. No piense a futuro… ese es su problema. El suyo es no hacerlo y seguir besándome.

Sé cuán acostumbrada está ella a estas cosas… sé con quién me metí… es una historia más, es otra más, pienso… y duele. ¿Cree que me va a enamorar y va a salvarme? Cuánto no daría por eso… pero ella ya ha elegido su camino. Usted qué sabe hasta dónde llegue esto… en teoría usted es la mujer de mi vida. La miro a los ojos… no, sé que miente y me da pánico irme. Sé que busca ilusionarme… no, sé cuánto duelen las ilusiones sin bases. Eso no me atormenta, no podrá hacerlo de esa forma… el tormento está creciendo dentro de mí con cada beso.

No puedo, no puedo. ¿Quiero? Sí, pero no sin un futuro… no quiero hacerme daño. Levantarme al otro día para descubrir que sigo igual de sola después de darlo todo… duele. No, no puedo, no puedo. Está bien…

Tengo ganas de llorar… de escapar a ese lugar en donde las personas son la una para la otra y punto, en donde no hay que compartir nada… las cosas son como son.

Algún día usted va a estar en esta silla. Habla con tanta seguridad, convencida de sabérselas todas, de conocer más que yo por haber vivido otras cosas. La veo ahí altanera y me río por dentro. No… no te las sabes todas… no sabes a quién tienes al frente, no sabes a quién estás besando… sé que no lo imaginas. Triste es que no quieras descubrirlo… ese es su problema, sólo que tú los ignoras y simplemente no te gustan… pero están, están.

Mi taxi… debo irme… ¿volver? ¿mañana? PÁNICO… y ella ni siquiera lo sospecha. No me dejes, no me dejes… pfff… mañana lo hará y lo sé.

Fin… mañana será otro día. El estrellón después del sueño… lo sé. MIERDA

jueves, septiembre 27, 2007

Jueves


Hoy me he levantado harta… harta de mí, de ser la misma, de mi puta vida correcta ¿Para qué? ¿Qué he sacado de esforzarme por ser la mujer perfecta? La mujer que nunca se da besos si no está cuadrada, que no coquetea, que no pone cachos, que no tiene cuentos, que no se fija en otras personas… ME HARTE… ¿Para qué? Para que la mujer que amé no valorara lo que tenía enfrente y lo arriesgara por otras trivialidades.

Mi liberación… me he decidido a ir por ella sin importar nada. Me voy a dar besos con la primera persona que mueva algo en mí.

La mujer con la que soñé hace pocos días reaparece en mi vida y, coincidencialmente, está en Medellín. Vamos a cine. Nos vemos allá. Llego al cine… una falda negra larga y una camisa blanca manga larga. Está muy churra, pienso. Niñas mal, mala película, pero su primita quería verla. Salimos… una hora esperando el bus que finalmente nunca pasó. Risas… Tienes que ser más aventurera. Me encanta su sonrisa.

Una visita rápida a su familia… tres fumadas en el cuarto de la empleada y la tensión en el ambiente. ¿Cuánto tiempo había pasado sin que alguien me hiciera poner tan nerviosa? Es el momento, mi oportunidad… lo sé, y no puedo soltarla. Me pregunto si la tensión será sólo por mi parte. Tal vez no.

No se raye si le dije que me gustaba. Me gusta, pero eso se puede convertir en otra cosa. La quiero, la quiero mucho, pero sé que no irá más allá de eso. Mis ojos están absortos ante esa mujer que se maquilla frente a mí. ¿Quiere que lo acabe todo ya? Sí, hazlo, es mejor, usted sabe cómo soy yo, le digo. Y mientras tanto esa mujer imponente me ignora.

Tropical cocktails, un amigo y ella. Dos margaritas y su risa. La tensión me es casi insoportable, no sé cómo comportarme… química en el ambiente ¿o es sólo la ilusión de los tragos? Me llevan a mi casa y bajo del carro.

Usted me encanta. ¿Mandar o no mandar el mensaje? El trago me corre por las venas. Send. ¿Responde o no responde? Llama. Usted me mandó un mensaje, haga algo con eso. Me quedo muda, no sé qué decir. Colgamos. Nervios, nervios… el fin de mi perfección se acerca y asuata un poco. Lo lograras...

Mañana volvere a verla… mañana… Mañana… EL DÍA DE MI LIBERACIÓN!!

miércoles, septiembre 26, 2007

Miercoles


Marica, estoy vuelta mierda. Cuánto me gustaría ayudar, pero poco se puede hacer cuando alguien ha decidido labrarse su destino y quiere a toda costa seguir su camino. Te llamo en la tarde a contarte cómo me fue. Te mando un besito anti romántica. Extrañamente su vida me preocupa.

La vecinita tiene antojo… Algo me dice que no debo contestar, mi intuición me avisa que algo malo va a suceder. No contesto. Ring Ring… número desconocido. Dijo amor. Contrario a todas mis expectativas el corazón se me encoge… DOBLE JUEGO, DOBLE JUEGO. Mi intuición era cierta. Tengo ganas de llorar, odiarme por seguir sintiendo. No tiene sentido… nada tiene sentido. La odio, la odio y en el fondo odiar a alguien implica algo más… me importa demasiado. Me odio, me odio. Nunca podrás dejarlo… tienes que soltarte por siempre… Y ese por siempre me asusta, a pesar de que conozco la manera. Besar a otra persona… la liberación latente, la sentencia del final, el salto que mi cabeza se niega a concebir. No lo voy a lograr, pienso desesperada. Sí lo harás…

No soporto más este debate interior y decido llamar. Te llamé esta mañana para decirte que voy a estudiar con Andrea. No sé qué decir… eso me tiene sin cuidado ahora. No sé qué preguntar, no tengo el control sobre su vida, hace mucho dejé de hacerlo… y tampoco deseo volver a tenerlo… SÓLO DESEO MI LIBERACIÓN!!! Me lanzó al abismo, de cabeza. Era un amigo gay. Verdad, mentira… DOBLE JUEGO. El recuerdo de aquella noche en que aseguró que era una amiga de la U y era falso me carcome por dentro… no confío, no creo. Estás sola y estás bien, qué más da…Olvido, olvido y dejo todo atrás. No la quiero cerca, no quiero ser parte de sus cavilaciones, no deseo su doble juego. Echo llave a su vida.

Todo salió mal, me voy ya. Vete niña y desconéctate del mundo, le digo. Salimos a rumbear cuando regresemos. Sí, claro que salimos, le aseguro y en el fondo de mi corazón le deseo también la liberación. Apaguemos el celular hasta el domingo, buena idea, pero cuesta. Sé que no lo hará.

Dejo atrás todas mis preocupaciones estúpidas y me concentro en lo que realmente importa. Mi mamá no ha llegado de la clínica. La operación fue hoy a las 7 a.m. y ya debería estar acá. Me empiezo a inquietar. ¡Qué día tan puramente agitado!... y sin necesidad de salir de casa.

Finalmente, llega mi mamá un poco adolorida, pero bien. Se pone a caminar de aquí para allá por el pasillo y me río de ver su absurda rutina. Mi médico me recomendó caminar, me dice entre risas. Aquí es donde debes estar…

¿Por qué si ya no te importo me reclamas?, me es imposible responder. No reclamo, presencio. No pido nada, no espero. Pero me importa, me importa tanto que me odio por hacerlo. De nuevo siento ganas de llorar… huir lejos, muy lejos de su desamor.

Me sorprendo entonces soñando con el día perfecto… ella entrando por la puerta de mi casa sin previo aviso y, sin darme tiempo de reaccionar, me da un beso. Sólo quiero estar contigo. La felicidad me recorre y me la como a besos. Vuelvo a amarla como en esos viejos tiempos en que sólo importaba que estuviéramos juntas. No me canso de besarla… no me cansaría nunca. Días y noches enteras amándola… dando la vida por su existencia, sintiéndome orgullosa de su respiración cercana a la mía. Lloro…lloro el sinsabor de los sueños destrozados. ¡Cuánto no hubiera dado por haber podido amarla de nuevo! ¿Demasiado tarde? ¿Demasiado? De todos modos, no volvera...

Me reprimo. NO MÁS!!! FIN FIN FIN FIN…Me doy cuenta de lo bipolar que se puede ser, las múltiples voces hablando en mi cabeza, y me río. El ser humano es una vaina bien compleja, pienso con ironía.

Me harto de reflexionar…y huyo para siempre.

Martes


No quiero salir en todo el día, quiero estar sola y no pensar en nada. Evado mis pensamientos y me siento libre.

Vamos a cine. Nos vemos allá. Un plan tranquilo, tan calmada como se encuentra mi alma. Apocalipsur, ¡vaya película! La representación de una Medellín perdida en las drogas, el sexo y el alcohol. Una ciudad que no ha dejado atrás el vicariato, en donde se gana dinero sobre la muerte o secuestros de otros… Y los espectadores en el cine aplauden y se ríen. Me pregunto qué aplauden… de qué demonios se ríen estos paisas… ¿se sienten tan orgullosos de su ciudad como dicen? ¿O es que simplemente no se ven reflejados en la pantalla que tienen enfrente?

Luego salen del cine a vivir su vida, ajenos al mundo, a su ciudad de origen… y dicen animados Qué buena película. ¡La película de su realidad malditos alienados!... y esa de seguro no les parecerá tan buena…

Lunes


El guayabo no me permite hacer mucho durante el día. Como y duermo, duermo y como. La cabeza me da vueltas y me lanza leves recuerdos de lo que fue una noche desaforada. Nunca he sido muy buena para manejar los guayabos y suelo ponerme en exceso consentida. Pero ahora no tengo quién me cuide, nadie que me consienta y me deje dormir en sus brazos. Eso empieza a pesar. Extraño entonces a esa persona que aún se niega a aparecer en mi vida futura.

¿Te acuerdas de lo que hablamos ayer? Sí y no, de todas formas no importa ya. Ayer fue ayer y mi vida está en el presente, en el hoy. Me hiciste llorar. No me reconforta saberlo… lo único que me reitera es lo equivocada que está y me entristece. Muy tarde, yo ya no puedo hacer nada… recorrer mi propio camino y dejarla hacer el suyo.

Una mujer que desea conocerte. Un nuevo personaje me agrega a Messenger. Me gustan las mujeres, en especial tú. Su forma de expresarse me asusta un poco, pero disfruto su coquetería. Aún así me mantengo distante e indiferente. Descubro lo bien que me ha hecho estar sola y lo mucho que añoro seguir estándolo. La soledad, esa de la que tanto renegaba y huía, es hoy mi anhelada compañía. ¿Aceptarías ir a cine conmigo o a comer? Evado la pregunta, pero termino con un nuevo número en mi celular. No sé con certeza qué haré con él, por ahora nada… tal vez después. Nunca se sabe.

No quiero salir hoy… la lluvia golpea en mi ventana y me reconforta el refugio de los pensamientos. Pocos días dedico a pensar y vagar para encontrar razones para seguir adelante. Hoy es un buen día. El día de la reflexión y la tranquilidad de hallarme viva y liberada. Nada puede hacerme daño, nadie puede tocarme, pienso fortalecida.

¡Hoy soy la mujer invencible!

Domingo

Me despierto de un sueño largo y pesado. Me sorprendo al recordar mi sueño y, más aún, al descubrir mis deseos ocultos. Ella frente a mí y yo besándola locamente. No, no era la cantante, no era tampoco el motivo de mis pasados esfuerzos de olvido… era ella, causante hace algún tiempo de vagar por mis sentidos sin llegar a poseerlos.

Voy ya mismo para allá, afirmo emocionada. En el trayecto me voy conversando con el taxista como haciendo alarde de esa nueva seguridad en mí misma. Besos, abrazos y una cerveza en mi mesa. Parece entonces que no hubiera pasado el tiempo y que los percances y antiguas discusiones no hubieran sido con nosotros. Risas entre gritos de Gol… ganaba Nacional contra Quindío. Todo era una buena razón para celebrar, para estar juntos. Salud, y otra cerveza.






Ya llegué Tati. Me despido con la promesa de llamarlos más tarde y caerles donde quiera que se encuentren. Mi prima me saluda con emoción. Su presencia nos pone inmediatamente bajo el telón de la complicidad… la amistad verdadera, pienso con alegría. Entramos a un bar que queda al aire libre en el centro comercial Vizcaya. Un opera y un tequila sonrise, por favor, ordena mi prima. Se da paso entonces a las confidencias… lo que no nos hemos contado en un mes que llevamos sin vernos. No sea boba Tati, usted vale mucho para ponerse en esas. Me encuentro en las palabras de mi prima y refuerzo mi fortaleza. Después de liberados los pesos de vivir, empiezan las risas… recordar que, aunque lejos, estamos siempre presentes. Comienza a llover, pero no nos importa… esto no es de todos los días.

Mi prima me deja en el apartamento de El Paisa. Él y Valen me reciben emocionados. Un vodka frente a mí y dos rondas de parqués. Siento entonces el alivio del perdón mutuo, el perdón sincero… ese en el que el presente se impone por encima del pasado… ¡Por fin he dado alcance a mi presente en esta carrera loca!, pienso ilusionada. El alcohol empieza a correr por mis venas y lo siento en la cabeza. Risas, una caída de Valen directo al suelo y más risas.



El alcohol no me permite caminar en línea recta y siento rabia cuando eso sucede. No sé cómo ni en qué momento me dirijo al cuarto, tomo el celular y llamo. Los recuerdos son borrosos, una nube de alcohol me lanza pocos visos de lo que se dijo. Te amo, te amo marica. Sus palabras rebotan en mi corazón contra la coraza de mi presente alcanzado. El amor lucha, no se abstiene… doble juego, doble juego. Shhh shhh… no quiero oírla, nada de lo que diga tendrá mayores repercusiones en mí, no hay nada nuevo para las dos… shhh… pero yo sí quería hablar. Por alguna razón me gusta hablar cuando estoy ebria, de hecho, creo que es en la única condición en que dejo hablar con sinceridad a mi corazón.

Frases y palabras se atropellan en mi mente sin tener ningún hilo conductor: se acabó el juego, no más doble juego, yo no soy ella, eres la única, así te cases, me perdiste, yo sé lo que valgo, maté las esperanzas, tú no me esperaste un año como sueles decir, se acabó para mí. Soy una basura, yo ya te perdí, no me tortures, déjame en paz entonces, yo sé que no eres ella, te amo. Sus palabras no importan ya… no hacen daño. Un suspiro entrecortado y ya me es difícil volver a respirar… lloro y no puedo hablar… shhh… lloro no verla en mi futuro, lloro haber dejado de amarla, lloro no sentir el dolor de perderla, lloro haber dejado todo atrás a pesar de no haberlo querido así, lloro haber presenciado el final y haberlo alcanzado con éxito… ¡He aquí lo que quería! ¡Lo tiene ahora frente a sí! Mi celular se descarga como protestando ser testigo de una conversación sin sentido y sentenciando el final.

Caigo profundamente dormida y doy olvido a lo acontecido. El sueño no da paso al arrepentimiento… cuando se ha hablado con el corazón no hay mucho que reprochar.

Sabado

Un sol centelleante se filtra por mi ventana. Así es como deberían empezar todos mis días. Respiro profundo y empiezo a disfrutar mi existencia. Abro los ojos lentamente y le doy la bienvenida a esta nueva etapa… ¡cómo había olvidado vivir sin ataduras! Tú habías forjado las tuyas aferrándote al sin sentido, a ilusiones construidas de sueños y no de realidades…Sonrío ampliamente, nada ni nadie me lo impide.

Tu primo y yo sólo nos reunimos en ocasiones especiales y que tú estés acá es una más que suficiente para vernos. Qué reconfortante volver a oír esas voces que traen recuerdos de infancia, de miradas inocentes… esos días en que, en efecto, todo era juego, y los sentimientos, una fase inexplorada. Prima esta noche nos vemos. Te llamo más tarde y cuadramos. La emoción me recorre la piel, me exalta el corazón. Tati, no te puedes ir sin que nos veamos. Yo saco un tiempito y salimos. Aún soy parte de esta ciudad, pienso. Y tú creyendo estúpidamente que tu vida era sólo ella…

Nos vamos para Sabaneta, tenemos un almuerzo con todos los Sierra, ¿quieres venir? ¡Claro que voy! Cuántas ganas tengo de encontrarme en otras voces, más en aquellas que me son familiares. No puedo ocultar tampoco la intriga que me da volver a verlo a él, cuando hace un mes que lo tuve enfrente puso mis nervios de punta.







La ciudad rosada, dice mi mamá mientras contempla la ciudad desde la cima de su infancia en un cerro en Sabaneta. Los techos de teja se extienden más allá de la vista. Allá, al fondo, diviso las comunas en la periferia de lo que mi mamá llama ciudad, esas mismas comunas de las que tanto he leído últimamente en libros como Sangre Ajena y La Virgen de los Sicarios… Me es difícil pensar que justo en aquél momento andan por esas calles empinadas niños de 8 o 10 años con un revólver en la petrina esperando la oportunidad perfecta para disparar… la ciudad roja, pienso con tristeza.



En Sabaneta visito con mi papá los caballos de mi primo. Aún tienen cosas en común…Ciento treinta y tres caballos, uno tras otro en hileras de pesebreras. Una sensación familiar me inunda y un escalofrío me recuerda la vida carente de problemas y sufrimiento. Esos días tempranos en donde las ilusiones se llenaban de emociones no involucradas con el corazón. Vino entonces a mi mente ese día en que mi papá me regaló mi primer caballo. El corazón me saltaba agitado en el pecho y mis ojos se negaban a creerlo. Como método de prueba me monté sin pensarlo dos veces y el caballo, contagiado con mi exaltación, salió a correr despavorido. Me caí una y mil veces, pero volvía a montarme… el dolor de mis raspadas manos y mis peladas rodillas había pasado a un segundo plano. Es tiempo de montar de nuevo tu vida después de tantas caídas, y dejar el dolor en el suelo junto a las desilusiones…




En el almuerzo familiar… risas, chistes y más risas. Él no había ido, pero ya no importaba. Los ojos de mis primos brillan al recordar juntos sus pilatunas de infancia, cuando se reunían todos en casa de su abuelo Papaernesto. Me callo la felicidad que me produce ver a mi papá riendo de sus años inocentes… guerra de huevos en las pesebreras que dejaron a los caballos pintados con muchos ojos, juegos con pólvora que abrieron una ventana a la casa de los patos, caídas peligrosas en los saltos sobre los bultos de heno… y las risas no cesan. Luego se despiden todos con un halo de felicidad en el corazón y complicidad en los ojos. En la infancia todos son hermanos y los recuerdos se encargan de no hacérselos olvidar cuando ya habitan la adultez de miradas extrañas y desconocidas. Ya todos han conocido el dolor y la experiencia les ha robado la capacidad de imaginar…

¡Prima! Qué bacano volver a verte, y con un fuerte abrazo me recibe. Hace muchos años no nos veíamos, pero descubro que yo también tengo recuerdos para compartir en familia. Debo tener la misma mirada centelleante que horas atrás había visto en mi papá, pienso intrigada. La novia de mi primo me trata como si me conociera de toda la vida. Ya debe estar al tanto de nuestras aventuras infantiles, me digo. A veces es suficiente con conocer al niño para saber qué hay detrás del adulto…

Un margarita sobre mi mesa y mis ojos sobre la cantante de extraordinaria voz. Ninguna canción parece quedarle grande, por el contrario, cada una es una nueva demostración de destreza. Sólo vine por ti, dice el hombre frente a mí. Me reflejo en sus grandes ojos negros y descubro su deseo. Más de siete años de conocernos y sigo observando año tras año esa peculiar forma de mirarme. Lanza un par de picos al aire, como invitándome a su boca… el permiso para avanzar. Pero mi única respuesta es una amplia sonrisa apenada. Mis deseos siguen concentrados en esa voz de fondo. La descubro entonces mirándome fijamente… le sostengo la mirada y tiemblo un poco. Trato vanamente de saber qué hay detrás de esos ojos estáticos y penetrantes, qué dolor se oculta tras su imagen imponente. Veo una mujer segura, decidida y convencida. No bajo la mirada. Finalmente, ella baja de la tarima y se sienta en una mesa frente a mí. Siento ganas de hablarle, es el momento perfecto para acercarme, pero no puedo… no tendría cómo explicarle a mi primo y al hombre frente a mí el motivo de mis actos. Sin embargo, ella continúa mirándome de vez en cuando y, al cruzarse las miradas, ella sonríe para sus adentros. Ya no hay duda.

Vámonos, sentencia mi primo. La idea de dejar el lugar no me gusta en absoluto, pero de nuevo, no tengo opción.

Llego a mi cama y sueño despierta con sus ojos. Volveré.

Viernes


5:00 am. El maldito despertador anuncia el comienzo del suplicio. No recuerdo por qué vagos sueños viajaba mi mente minutos atrás. Me doy cuenta entonces de que llevo varios días sin poder recordar mis sueños, y me desconcierta no saber en qué momento se me escaparon de la conciencia. Temerosa ante la idea de haber condenado los sueños al oscuro subconsciente, decido por fin levantarme de la cama.

Un rápido baño, un pequeño desayuno y ya me encuentro en la calle. Mientras camino a esa transitada calle en la que debo coger el bus, recuerdo que hoy es el día del viaje, la partida definitiva…se me encoge el corazón y sonrío. Ya no hay tiempo para arrepentimientos, de eso ya hubo suficiente…

Llego a la calle 140 y la cruzo para pararme en la correcta acera a esperar el bus. Pasan diez minutos y a la vista aparece el primer Germania. Pasa de largo y alcanzo a ver que dentro van las personas como sardinas enlatadas. ¡Cómo odio empezar así el día! Aplico entonces la táctica para poder montarme en el siguiente bus: comienzo a caminar calle abajo con el objetivo de anticiparme a otros pasajeros que esperan pacientemente al mismo lado de la acera. Camino lentamente para no atraer mucho la atención de los próximos pasajeros de mi bus que me ven pasar de largo con miradas desconfiadas. Ya he avanzado unas cinco cuadras cuando decido mirar hacia atrás… ¡como un rebaño sumiso vienen tras de mí unos 10 pasajeros que ya había creído dejar en el camino! Yo, ahora su líder, empiezo a andar más deprisa y se da comienzo a una loca carrera que tendrá por premio un cupo en el próximo bus. Finalmente el bus hace su aparición y, para sorpresa de todos, hay cupo suficiente para mi rebaño completo y yo… ninguna oveja se queda en el camino en esta oportunidad. Claro, nos toca de pie… ¡no se podía ser más exigente! Para ganarse un asiento habría que caminar unas veinte cuadras más, pienso con ironía.

En la universidad las clases transcurren sin mayores percances. Escuchar y tomar notas… ¡cómo detesto la monotonía de los días! Pero hoy, lo sabía, sería diferente…

Pip pip, un mensaje en mi celular…Pa Mama Juana esta noche. No, no asistiría, hoy no es un viernes como los otros en donde se trata vanamente de esquivar las trivialidades de la vida con mucho trago y un poco de música… como si para entrar a un bar fuera esencial guardar las preocupaciones junto con la chaqueta y la cartera, para volver a recogerlas en la madrugada. Absurdo… ¡He aquí el concepto de diversión! No faltará tampoco el borracho que, sumido en su embriaguez, termine por confundirse y llevarse consigo también las preocupaciones de otro u otra.

11 a.m. La vecinita tiene antojo… No es necesario mirar la pantalla de mi celular para saber quién es. Las manos me tiemblan un poco al recordar la última conversación que terminó en un esto está muy deprimente, mejor hablamos después. ¿Por qué ese ringtone? ¡Esta es la mejor parte! El egocentrismo está muy lejos de ser la razón, por el contrario. Mi humor irónico no puede abandonarme, incluso si es usado en mi contra. Ese ringtone me recuerda los últimos meses a su lado… esos días en que no quiso tocarme, su deseo optó por el rechazo y, al parecer, fui yo la única que quedó con antojo…jajaja.

Feliz aniversario. Su voz tan distante y apagada como ese día que la perdí. Me demoré un poco en entender… ¡21 DE SEPTIEMBRE! ¿Cómo lo había olvidado? Hace 3 años exactamente mis desaforadas ganas de poseerla se fundieron en un beso enloquecido… el principio del final. ¡Y lo había olvidado! Tan ocupada estaba olvidándola que había olvidado incluso recordarla. Vamos a celebrar. Que poco tengo para celebrar y cuánto peso en el alma para huir. La única celebración a la que asistiré será a la de mi futura y próxima victoria… por ahora me niego a celebrar mi derrota. Pero no se lo dije. No puedo, me voy ya para Medellín, respondí. Pasan unos segundos sin que diga una sola palabra. Quizá ya entendió que el juego está por acabarse… Cuelga con un leve, cuídate mucho, un beso. No dice adiós. No, no lo ha entendido o, de haberlo hecho, tal vez prefiere evitarlo…

La carretera aparece ante mí como una invitación al presente… el pasado queda en cada kilómetro recorrido… atrás, relegado al plano de la inexistencia indolora. Cansada de reprocharle por recibir las cartas equivocadas, me he levantado y he dejado la mesa. Me he hartado de perder y esta vez no pienso irme con las manos vacías, como ya ha sucedido en ocasiones anteriores. La experiencia me ha hecho más sabia… renuncio no sólo al juego, sino a mi rol de jugador. Sólo queda un participante a su mesa, y éste se ha quedado sin competidor… el doble-juego ha terminado. ¡Pero qué va! Ciega a lo que sus ojos le muestran decide seguir lanzando cartas a mi sombra imaginaria, esa que su desaforado deseo le sigue mostrando allí sentada, postrada y sometida al destino. ¡Qué continúe el juego!

Ante mis ojos las tan anheladas puertas de la libertad: Medellín. Tocar tierra antioqueña me eriza la piel, dice mi mamá con un brillo especial en los ojos. Los recuerdos de una infancia agridulce le apabullan el alma, esas épocas lejanas que luchan por mantenerse vivas en su olvidadiza memoria. Llegar al lugar de origen, el punto donde nunca se será lo suficientemente viejo para morir en el olvido… las tierras del nunca jamás.

Adiós, digo para mis adentros y sonrío.

jueves, septiembre 20, 2007

Crónica de viaje. Jueves


El viaje del que presiento, nunca regresaré y, de hacerlo, será despojada de mis propias cavilaciones.

Hoy me he dedicado a empacar aquello que creo necesario para emprender la partida. Selecciono cuidadosamente la ropa que debo llevar, como aquél que escoge concienzudamente cuáles son los recuerdos que debe llevar y cuáles condenar al olvido. Una a una se van apilando sobre la cama las camisas predilectas, uno que otro jean y un par de chaquetas por si el frío me descubre meditabunda.

Perfectamente doblada guardo lentamente cada una de las prendas dentro de la inmensa maleta que mi mamá ha escogido para mí. El tamaño de la maleta me intimida un poco. Nunca he sido ese tipo de persona que para ocho días lleva consigo el clóset entero, como temiendo dejar algo atrás, olvidar el peso de ser alguien en una tierra de anonimatos. Esta vez, incluso, sucede lo contrario… debo dejar todo en esta ciudad que no deja de hablarme en las noches oscuras para recordarme lo que soy, lo que fui… y no se resigna a soltarme a la deriva de nuevas ilusiones.

La mitad de la maleta llena de mis pertenencias, mi materialidad inocultable… La otra mitad vacía de anhelos venideros, de sueños sonrientes, de caricias ausentes, de miradas inquisidoras y enfurecidas. Un sentimiento de nostalgia me inunda el alma y me impulsa a aferrarme ciegamente a mis certezas, a lo que ya fue construido. Pero una voz nítida me grita por detrás y me despierta de mi ensueño. Es hora de partir, llegó el momento de darle fin. Con fuerza y sin detenerme en vanas vacilaciones, cierro la cremallera de la maleta de un golpe.

La incertidumbre aparece ante mí como un gran monstruo dispuesto a devorarme viva, a carcomer cada resto de seguridad imaginada. Me atemoriza su imponencia, me aterra mi impotencia. Un suspiro entrecortado me deja sin aliento y trato vagamente de llenarme de razones para volver a encontrar un respiro de vida.

Condénala al pasado, a los recuerdos que no pueden volver con puñal en mano sino con una sonrisa de satisfacción. No seré yo quien le devele en mudos sueños la elocuencia del mundo. Eso sólo se haya en las profundidades de la propia interioridad que a veces esquiva nuestros absurdos interrogantes… ¡y mientras tanto el presente se nos escapa de las manos como alma endemoniada!

Mañana saldré por esa puerta y andaré carretera arriba sin siquiera voltear. Llegó la hora de montarle la perseguidora a mi presente. Y aparece entonces la promesa del viaje, la ruta del viajero que camina para olvidar sus pasos: No te detengas, la carrera no será muy larga…

lunes, septiembre 17, 2007

La mujer ausente


El mundo resumido en un destello de lucidez,
la prodigiosa forma de amar la figura ausente,
la sombra simulando ser dueña de sí,
el inaudito naufragio del que ya está ahogado en vida,
y carente de aire pertenece ya a la muerte.

El aura cautiva de un cuerpo sin alma,
las sensaciones fugadas de su sentimental naturaleza,
es la metáfora pura sin contraparte,
es el símil que desconoce el cómo,
la vida misma en pulsaciones distantes.

Desconocedora de géneros camina erguida,
su tallo recto como habría querido su pasado,
los ojos vacíos ante la absurda idea de su presente,
la mujer sin oscuros besos esquivos,
la mujer con visibles heridas sangrantes.

¿A dónde te diriges con el alma ausente?
¿A quién pertenecen tus silenciadas lágrimas?
¿Eres un vestigio del ser o es ser lo que temes?

La espera de aquella que ha atrapado tu esencia,
la triste impotencia ante tu resuelta persistencia,
la incansable esperanza alimentada de restaurados sueños,
la escasez de recursos para mantener el ahora sin sentido anhelo,
es la aceptación final firmada por tu partida.

domingo, septiembre 09, 2007

De regreso a tu vida

Me miras...
el temor de lo que no ha sido te detiene sólo un poco.
Lo dudas...
fiel al silencio mi boca calla tus anhelos.

Me tocas...
cede mi piel al contacto de tus sueños...
Lo piensas...
mi mente evoca el próximo paso inacontecido.

Te acercas un poco...
respiras pausadamente,
inhalas los miedos del pasado,
exhalas las posibilidades a futuro.

Te preguntas...
la correcta forma de interiorizarme,
la incorrecta manera de dejarlo todo al olvido.

Recorres mi labios con tus dedos...
la tentación de ser lo que siempre quisimos,
la decepción de haber vivído sólo de sueños despiertos.

Infierno o limbo,
pasado o presente,
realidad o ficción.

Tus pensamientos se desvanecen en el instante...
me besas...
tiemblo al reconocer mis faltas,
lloras calladamente el peso de mi tardanza.

Un sutil suspiro de recuerdos,
una ilusión construida con retazos de memorias,
una última prueba de que aún existe.

Te alejas...
el silencio atestigua tu partida.
Me dejas...
la ausencia de palabras me condena.

Lloro mis pies sin suelo,
sacrifico los malos pasos,
y añoro volver sobre mis huellas.

miércoles, agosto 29, 2007

Cuento

El lugar no había cambiado mucho desde la última vez que fui con ella. Al entrar seguían allí las mismas mesas de madera a lado y lado, casi puestas al azar con sus diminutas velas de gas en el centro a las que pocas personas prestaban verdadera atención más que para encender un cigarrillo o jugar a prender las puntas de las servilletas usadas. Tomé el pasillo a la izquierda que llevaba al fondo del lugar. Tropecé más de una vez con agitados meseros que salían de la cocina y llevaban consigo grandes bandejas con pizzas. Finalmente, al final del pasillo, di con ese pequeño patio. Aquí y allá las mismas mesitas de madera, pero esta vez con parasoles, o más bien, paranoches, pues hacían casi imposible la labor de ver las estrellas. La chimenea en uno de los costados continuaba encendida y, allí, justo al lado, estaba nuestra mesa. Un extraño corrientazo recorrió mi espalda y no pude evitar la nostalgia. ¡Cuán extraño era aproximarme por primera vez solo a aquella mesa!

Como de costumbre llegué primero. La puntualidad nunca fue una de tus cualidades y, por desgracia, para mí siempre fue una regla. “Tal vez no habías cambiado demasiado”, pensé. Un mesero se acercó y me entregó la carta con el menú. Debo admitirlo, le pregunté por John.

- No señor, no lo conozco.
- ¿Hace cuánto trabaja usted aquí? – volví a preguntar
- Más de un año – respondió sin siquiera mirarme, pues lo llamaban de la mesa contigua. Se alejó a atenderla y me dejó allí solo con mis divagaciones.

Claro, no debía extrañarme que en dos años hubieran cambiado a los meseros del lugar pero, aún así, algo dentro de mí se resignaba a aceptar que las cosas habían cambiado de algún modo. Volvió ese nuevo mesero y se plantó a mi lado esperando la orden. Su simple presencia me fastidiaba, pues me recordaba el paso del tiempo, la línea divisoria entre el pasado y el presente.

- Una coca- cola – dije de mala gana.
- ¿Eso es todo señor? – preguntó irritado. Sólo faltó que me dijera “eso lo puede comprar en una tienda”
- Estoy esperando a alguien – respondí clavándole los ojos.

Y el mesero, ofendido, se perdió al entrar en el pasillo que llevaba de nuevo dentro del lugar. Yo le seguí con la mirada y mis ojos se detuvieron justo allí, al final de ese pasillo, por donde tú debías aparecer minutos después. No pude evitar preguntarme en qué andarías, qué habías hecho a lo largo de estos años, si tenías novio, si te habías casado o seguías soltera, y claro, no podía faltar esa pregunta que durante esos dos largos años me seguía carcomiendo por dentro aún en contra de mi voluntad… ¿te habías vuelto a enamorar?

De pronto apareciste. Sabías exactamente hacia dónde dirigir la mirada, sabías dónde encontrarme. Me miraste fijamente a los ojos. Te detuviste (si hubiera estado caminando, yo también me hubiera detenido). Te sonreí, o al menos eso creo. Te encaminaste lentamente hacia la mesa, nuestra mesa. Llevabas el pelo recogido en cola de caballo, unos jeans ajustados, esos tenis rojos que poco te quitabas, una camisa blanca que se ceñía perfectamente a tu cuerpo, y una chaqueta azul que me era familiar. Tu manera de caminar también se ajustaba perfectamente a mi recuerdo… de pasos cortos y pausados.

- Esos tenis y esa chaqueta me son familiares – dije apenas te acercaste a la mesa.
- Fue de aposta – me respondiste con una gran sonrisa llena de picardía, esa misma que me enamoró más de una vez.
- Pero además de eso sigues igualita – apunté a decir mientras me zampabas un beso en la mejilla. El contacto con tu piel me estremeció.
- Tú tampoco es que hayas cambiado mucho – dijiste y te sentaste en la silla vacía frente a mí.

Tomaste en tus manos la carta que aún descansaba sobre la mesa.

- ¿Ya pediste? – preguntaste ojeando la carta y pasando rápidamente las hojas.
- Sólo una coca-cola, pero parece que el mesero no tiene la más mínima intención de traérmela – respondí casi mecánicamente, pues me encontraba absorto mirando cada uno de tus movimientos.
- ¿Y es que ya no está John? – preguntaste mientras te detenías a detallar una de las páginas.
- No, ya pregunté por él y ni siquiera lo conocen.
- Ay, que mal - atinaste a decir como si no fuera contigo.- Bueno, ¿qué pedimos?

Levantaste la mirada de la carta y te encontraste con la mía que en ningún momento se había separado de ti. Al parecer te sorprendiste, pues sonreíste con cierta timidez. Te sostuve la mirada con cierta complicidad.

- Ay, no me digas, ¿sigues comiendo pizza de carnes? – preguntaste entre risitas.
- Ajá – y me alivió inmensamente que aún lo recordarás
- Dios mío, hay personas que nunca cambian – y volviste a sumirte en la carta – Bueno, entonces pidamos…
- La española – dije anticipándote.

Volviste a quitar la mirada de la carta para dedicarla a mí, pero esta vez no reíste. Acababas de descubrir lo que en un principio preferiste evitar. Tenías enfrente a tu primer amor, a esa persona que amaste por casi dos años y por la que diste y dejaste todo.

- Yo sé, es raro – dije, esta vez anticipándome a tus pensamientos.

El mesero regresó antes de que el silencio ocupara el espacio de tus palabras. Puso el vaso y la lata de coca-cola frente a mí disimulando el desagrado que yo le producía.

- Tráiganos una española mediana y otra coca-cola, por favor – dije. El mesero asintió y se retiró – También sigo sabiendo que sólo tomas coca-cola cuando comes pizza – y volví a encontrarme con tus ojos.
- Por lo visto es muy cierto que no he cambiado – dijiste muy seria, como ensimismada en tus propias reflexiones.

Nos quedamos en silencio, ese mismo silencio que tiempo atrás dedicábamos a besarnos, abrazarnos o dedicarnos largas miradas. Aún así, esta vez el silencio no nos era molesto, no era incómodo… al parecer esa reafirmación de que seguíamos siendo los mismos nos permitía disfrutarlo. Me puse a contemplar el fuego en la chimenea y me pregunté si sería cierto aquél dicho que afirma que donde hubo fuego cenizas quedan.

- Cuéntame de tu vida ¿cómo te ha ido en España? – preguntaste
- Bien hermosa – al oír esta última palabra sonreíste – el pos-grado es muy exigente y como tengo que trabajar durante el día para mantenerme, casi no tengo tiempo para estudiar.
- Ay, pero si a ti siempre te va bien – dijiste entre risas – no me digas que ya no eres ñoño.
- Sí, hermosa, sí me va bien – dije acompañando tu risa – pero igual es pesado.
- De todas formas ya casi terminas… ¿Qué vas a hacer después? ¿Te vas a quedar allá? – preguntaste y no pudiste ocultar la tensión en tu voz. Alguna parte de ti no quería saber la respuesta pero, como siempre, no podías seguir en el limbo, tenías que saberlo todo, fuera lo que fuera.
- Sí hermosa, es muy posible que me quede – la expresión en tu rostro se contrajo – me ha gustado mucho la vida allá y hay mejores ofertas de trabajo.

Te sumiste en el silencio y fijaste la mirada en el fuego de la chimenea que nos servía de testigo. No sabía con certeza, pero supuse que algo dentro de ti deseaba inmensamente que me quedara contigo, a tu lado por siempre, como alguna vez lo habíamos soñado. Pensar que ese sueño continuaba vivo en ti de alguna manera, me llenó de emoción, de una felicidad inmensa, pues, tal vez, sólo tal vez, no había sido yo el único que había soñado durante tu ausencia.

- ¿Y a ti cómo te ha ido? – pregunté
- Bien – y te dedicaste a jugar haciendo figuritas con la servilleta – trabajando en la Cancillería, no sé si te conté.
- No, no sabía… eso fue lo que siempre quisiste, ¿no? – pregunté acompañándote en tu nostalgia. Busqué tus ojos, para lo cual tuve que bajar un poco la cabeza hasta casi apoyarla sobre la mesa.
- Sí… pues no con trabajar ahí sino con ser la…
- Canciller – y de nuevo te me adelantaba. Ambos reímos… volvías a reír.
- Sí, y lo voy a lograr, vas a ver – dijiste casi retándome.
- Nunca lo he dudado hermosa.

Y recordé cuando gritabas “¡esa voy a ser yo!” o “¡Yo quiero ser como ella!” cuando pasaban por el noticiero cualquier noticia de Carolina Barco, en ese entonces Canciller del país y que, por cierto, fue y hasta hoy ha sido el único nombre que conozco de todas las personas que han ocupado ese cargo en Colombia a lo largo de mi vida. Bien sabes que, a pesar de ser comunicador social, poco o nada me ha interesado la política… mi mundo se encuentra en los libros, en el pasado de esas personas que tú admiras en el presente. Una ola de satisfacción me llenó al ver que estabas cerca de cumplir tu sueño, ese mismo sueño que yo también amé, como amé todo lo tuyo.

El mesero volvió con la orden. Puso la pizza en el centro de la mesa y con un cubierto y una agilidad impresionante puso primero en tu plato y luego en el mío un pedazo grande de pizza. Luego, puso el vaso y la lata de coca-cola al lado de tu plato, y se retiró. Volvimos a quedar los dos solos. Dedicaste toda tu atención a la comida que tenías enfrente y te dispusiste a cortar un pedazo.

- Uy, se me había olvidado que esto era tan delicioso – dijiste cuando te llevaste un bocado a la boca.
- ¿No habías vuelto? – te pregunté desconcertado
- No, no era capaz – afirmaste sin siquiera mirarme, sumida aún en ese pedazo de pizza al que de repente me descubrí celando.

¿No fuiste capaz de volver durante mi ausencia? Un silencioso grito de júbilo retumbó en mi interior. No pude evitar liberar mis pensamientos que se debatían enloquecidos. Tal vez aún me querías, tal vez nunca me dejaste del todo, tal vez siempre estuvimos juntos y esa separación fue tan sólo una etapa más de lo nuestro. ¿Y me lo decías de esa manera, como si no hubiera que darle mucha importancia?

- ¿Por qué? – dije sin siquiera probar mi comida.

Fijaste en mí esa mirada que hace un instante me había sido esquiva.

- Porque me acordaba a ti – respondiste aún con la mirada fija

¿Y eso era malo? Y esa frase en pasado ¿qué significaba? El corazón estaba a punto de darme un vuelco y tú ni siquiera lo notabas o, quizá, no deseabas hacerlo. Entonces me di cuenta que no podía seguir evadiendo la pregunta, esa misma que durante tanto tiempo me había atormentado… había llegado la hora de liberarme o apuñalarme.

- ¿Has estado con alguien durante este tiempo? – creo que notaste el temblor en mi voz y te olvidaste por fin de la comida en la que te hallabas tan embebida.
- Sí – respondiste con la mirada perdida de nuevo en el fuego de la chimenea

¿Y esa era tu respuesta? ¿Un simple sí? La puñalada entró limpia y seca al corazón. Un sí y dos años de sueño se iban de repente al piso.

- ¿Quieres saber con quién? – preguntaste. ¡Por fin algo de compasión de tu parte!

Asentí.

- Bueno, luego de que te fuiste estuve con un niño que se llama Alejandro. Al principio las cosas iban bien y me alcancé a tragar, pero él se equivocó mucho conmigo. Yo lo supe perdonar, pero me desenamoré y no pude seguir correspondiéndole.
- ¿Te desenamoraste? Eso quiere decir que te enamoraste – ya no pude contenerme más. Lo que pensaras poco me importaba, sólo necesitaba saber.
- Sí, sí me enamoré – sentenciaste y pude ver un cierto regocijo en tus ojos al percibir cómo yo me retorcía por dentro – pero no lo amé. Enamorarse es fácil, amar no.

La abrupta puñalada quiso retroceder para dar paso de nuevo a la esperanza, pero en un instante te encargaste de reacomodarla y fijarla en el fondo de mi alma.

- Ahora estoy con otro hombre, se llama Esteban – continuaste.

Por un momento quise llorar, gritar o correr, pero la razón, esa que en los más inciertos momentos tiende a poseerme, me detuvo. ¿Acaso yo te seguía amando? No, ya no te amaba, ya no te necesitaba, pero me seguía gustando soñarte, vivirte y sentirte mía en los recuerdos… y te seguía amando allí, sólo en ese momento ausente de tiempo, suspendido en un presente que más bien parecía haber sucedido dos años atrás.

- Hace ocho meses estoy con él
- ¿Lo amas? – pregunté sin dar rodeos. ¡Ya qué importaba! Era ahora o nunca.
- No – respondiste de igual forma.
- ¿Cómo no? Llevas ocho meses – dije al borde de la desesperación. Tus respuestas monosilábicas me eran casi insoportables.
- No, pero a veces es suficiente con que las cosas funcionen. Amar de poco sirve, tú sabes que el amor no es suficiente para permanecer al lado de una persona.

Me sorprendió tu actitud, tu desesperanza, tu desinterés por el amor. No podía evitar recordarte ilusionada, viviendo y alimentándote sólo de aquello que mi amor te proporcionaba tiempo atrás. ¡Pero qué más daba! Finalmente tenía la respuesta a mi pregunta: ¡no te habías enamorado! La satisfacción me devolvió el alma al cuerpo y esa puñalada de repente pareció doler menos. Entonces caí en cuenta de la comida que tenía servida en mi plato y me dediqué a comer con ganas.

- ¿Y tú?
- ¿Uhmm? – pregunté. Estaba tan embebido satisfaciendo mi repentino apetito que casi no te había oído y tuve que hacer un gran esfuerzo para hablar – No, no me he enamorado tampoco. Estuve con dos niñas en España, pero siempre terminaba sintiéndome vacío.

Pude ver un fugaz centelleo en tus ojos. No habías soñado sola.

- ¿Estás solo entonces? – una parte de ti necesitaba esa reafirmación.
- No hermosa – respondí. Dejaste a medio camino ese gran pedazo de pizza que segundos antes te llevabas a la boca con ganas.
- ¿Cómo así? – preguntaste desconcertada.
- Estoy casado con el pasado – dejaste el tenedor con todo y pizza sobre el plato aún sin entender – Desde que te conocí nunca más he estado solo. Después de haber amado ya no se puede estar solo… sigues estando en mí. Desde que me fui no he dejado de buscarte en cada cosa que se me cruza por el camino, en cada persona, en cada canción… - dije dejando salir por fin mi confesión, esa misma que había sido autorizada minutos antes al comprobar que yo seguía siendo el único.

Te quedaste quieta, con la mirada fija en mí. Por primera vez el silencio me pareció eterno y la ausencia de movimientos lo hacía casi insoportable. “¡Háblame! ¡Dime algo por favor! No me dejes cargar con este sentimiento solo”. Los pensamientos iban y venían fugaces contradiciendo tu quietud. Por fin diste señales de vida, bajaste los ojos y respiraste profundo. Esta vez yo te había apuñalado.

De repente, y en contra de todas mis expectativas, te paraste. “¡No te vayas! ¡No me dejes así! Retiro todo lo dicho si eso deseas” pensé. Sin embargo, cogiste tu silla y la acercaste hasta situarla al lado de la mía. No supe qué hacer, cómo reaccionar, así que opté por mantener la quietud y seguirte sólo con la mirada. Te acomodaste de nuevo en la silla y continuaste callada. Tomaste mis manos entre las tuyas y las apretaste con suavidad, respirando profundo, siempre profundo. Fijaste tus ojos en mí y te encontraste con los míos de nuevo. Acercaste muy despacio tu cara a la mía y apoyaste tu frente en mi frente. ¡Estabas tan cerca! Los nervios inundaron mi cuerpo y empecé a temblar. Tu respiración se volvió entrecortada… podía notar el miedo en tu mirada.

- ¿Qué… - atiné a decir antes de que tu dedo índice se posara en mis labios. ¡No podía soportar más el silencio! Miles de pensamientos contradictorios se cruzaban por mi mente y tu pasividad me asfixiaba.
- Me voy a casar la próxima semana – dijiste.

Antes de quedarme sin aliento me besaste. Un beso largo y lento. Tu lengua se pasaba de aquí a allá como reconociendo aquello que le fue suyo y que, en su ausencia, no había dejado de serlo. Por fin estabas en mis brazos, volvías a ser tan mía, y ¡eras tan ajena! Te rodeé la cintura con mis brazos y contuve el llanto.

Te separaste un poco de mí y recuperaste el aliento. Yo continuaba conteniendo la respiración para no llorar. No volviste a mirarme… fijaste la mirada en el piso.

- Divórciate del pasado – sentenciaste mientras te levantabas y atinabas un beso en mi frente – debes estar solo.

Entonces te fuiste sin decir más, sin volver la mirada atrás. Caminaste con pasos largos y rápidos desligando tu imagen de mi recuerdo. Desapareciste por ese pasillo que horas antes había sido motivo de tantas ilusiones. Partiste y… me dejaste solo, solo en la que ahora era solo mesa. Pagué la cuenta solo y, aún conteniendo las lágrimas, también yo desaparecí solo por ese pasillo.

martes, agosto 21, 2007

Anti-amor

La desventura en el camino,
un acercamiento de doble filo,
y en el corazón una punzada de odio.

Tu rostro se desdibuja en la multitud,
sos una más fulminada en la desesperación,
y el rechazo es tu fiel condena.

Amo la falta de conflicto,
añoro la soledad de mis gritos inaudibles,
y, aún así, continúo deseando el intrincado influjo de los sentimientos.

Nada basta en un mundo de deseosos devenires,
y todo sobra en la simulada paz de estar vacía...

Hoy soy lo que esperé ser,
pero espero ser lo que fui.

jueves, agosto 09, 2007

La ruleta por fin se detiene. "Rojo" !Maldita la hora en que aposté por las tinieblas! "Lo siento, lo pierde todo..."

Camino a la salida con las manos en los bolsillos y aparece tu imagen junto a la puerta. "Puedes volver a jugar" dices con un halo de esperanza.

Doy vuelta a mis bolsillos de tal forma que puedas ver lo que hay en su interior. "Claro... sin dinero". Te hago a un lado y continúo mi camino con los bolsillos vacíos.

!Y sigo maldiciendo el día que se me dio por jugar tu juego!

Sé feliz

Aplasto el dolor de la impotencia,
el corazón se estremece cautivo...

Se hunde la esperanza del sueño,
tristeza a cambio del espejismo...

Adiós a la niebla de lo que pudo ser,
bienaventurados los goces de aquella...

Sean felices tus días,
y en las noches la nostalgia te dé olvido...

En el más oscuro sendero te anhela mi alma ennegrecida,
pero en el claro donde se bifurca el camino serás sólo un recuerdo...

miércoles, agosto 01, 2007

Veces de veces

A veces me gustaría dejar todo atrás...
a veces agradezco mi realidad,
y otras cuantas veces es simple aceptación de lo que dejamos y lo que nos es real.

Y en las noches llego y en soledad empieza el monólogo
¿Qué fue?
¿Quién?
Un culpable...
y al final me niego a culpar,
pues los culpables terminan siendo siempre los mismos amantes,
esos que a ciegas continúan su camino,
de espaldas, siempre de espaldas…

Y de vez en cuando no soportan el tedio, no encuentran un motivo,
y entonces miran atrás... y sonríen...
y se miran en un lugar cualquiera y ven en sus ojos un pasado resquebrajado, un presente distorsionado y un futuro prometedor.

Y a veces les gustaría dejar todo atrás...

a veces agradecen su realidad,
y otras cuantas veces es simple aceptación de lo que dejaron y lo que les es real.

miércoles, julio 11, 2007

Sayonara

Adiós a la indecisión,
al sin sabor de la nostalgia,
al peso de lo que fue y no pudo ser.

Me despido del pasado,
del miedo al fracaso,
de los celos por aquello que no me pertenece,
de la rabia por ser la elegida del desamor,
del arrepentimiento por no haber... por no ser.

Dejo atrás las lágrimas,
las antiguas posibilidades de construir...

Dejo mi mundo y renuncio a él...

sábado, julio 07, 2007

Make up

Una larga velada he dedicado a maquillarme,
y en medio del ritual te imagino riéndote a carcajadas...

Me echo a reír yo también,
y el reflejo en el espejo me devuelve una sonrisa.

Lo estoy haciendo sola,
y tu presente ausencia me hace todo más llevadero.

Pensamientos


Hoy extrañamente no quiero darme a escribir a mí manera... hoy no quiero versos, no quiero frases bonitas, no quiero gente reflejada en mis palabras... Hoy no quiero ser un esfuerzo, sólo un soplo de resistencia...

¿Podría decir que han sido días duros y darme a la pena? Podría, todo lo puedo... pero mi cuerpo está cansado de cargar con el peso de mis propios mártires. ¿Podría asegurar y gritar a los cuatro vientos que por fin soy feliz? Sí y lo haría, pero la soledad me retiene y me recuerda que aún sigo al lado del vacío.

Por favor!... ¿quién puede hablar con tanta propiedad sobre aquello que apenas conoce? Las felicidades y las tristezas se pelean por tener un cupo en la vida de todos los que habitamos este planeta... seres humanos... ¿qué diablos significa eso?

Pero vayamos al punto... a lo que por meses me he negado a aceptar, o más bien a lo que incansablemente me persiguió y por fin aquí me tiene... completamente entregada a ella, totalmente abnegada... sí, hasta la propia palabra me atemoriza... SOLEDAD.

Es curioso, rodeada de amigos y familiares y continúo diciendo que estoy sola... así ¿la soledad es sólo carecer del ser amado? extrañanemnte así lo siento y no parezco ser la única. Aún así, esa detestable palabra o ese insoportable estado me ha proporcionado más de lo que esperaba y, por eso, prefiero seguir en esta abnegación y entrega... ocultándole a mi fiel compañera mis verdaderos motivos.

He tenido buenos momentos, !cómo negarlo!... al abandonar mi cueva siento que el mundo por fin me pertenece, que me esperan grandes cosas y, por encima de todo, que vale la pena ser y existir. Sin embargo, al regresar a la oscuridad de mi refugio me atacan sus alidos... la melancolía y los recuerdos.

Con el celular en la mano me resisto a llamar... en el fondo una fuerza que viene de no sé dónde me recuerda las razones y me llena de esperanza... "por fin lo estás dejando ir y aún no es el momento"... Me echo a llorar y cuánto anhelo un abrazo, gritar por ayuda...y siento cómo me deja... !y cómo duele verlo irse!... !y cómo alivia el liberarse! Pasan una a una esas inolvidables imágenes de ese pasado en el que la soledad no era más que una inofensiva palabra... y me pregunto qué será de las vidas de esas personas que, aún sin importar quiénes sean, me otorgaron esos motivos para llorar y reír hoy. ¿Perdón? No, eso sucedió hace mucho, no se trata de eso... es reconciliación.

De la nada surge un sentimiento de amor inmenso, de eterno cariño, algo que presiento será para siempre... única y exclusivamente por ser lo que fueron... aún sin importar quiénes son ahora. Y desde el fondo de mi corazón ruego porque tengan lo que necesitan y conozcan más de cerca el verdadero amor... ese mismo que yo por mucho no pude darles... no porque no lo deseara, simplemente así tenía que ser ¿el por qué? la respuesta está en cada cuál... yo ya encontré la mía.

Pronto, porque sé que no falta demasiado, estaré a su lado desinteresadamente y me sentiré feliz de sentir esto ¿por qué de nuevo? porque es lo que deseo.

Poco después me quedo mirando por la ventana... espléndidas noches las que me atestiguan. Y me vuelve a invadir una felicidad antes inexperimentada... esa misma que se clava dolorosamente y alivia... el precio de crecer.

¿Enamorarme? No, no lo quiero y aquella voz vuelve a decirme que no es el momento, pero que vendrá. No soy quién para merecer noches en vela contemplando, besos que cuentan silenciosamente cuentos de hadas, desvelos que devuelven los sueños, sin alientos sin aparentes razones ... no estoy lista y no quiero tenerlo sin estarlo.
Curiosamente dejo de preocuparme... hace ya un buen tiempo que esa parte de mi vida dejó de preocuparme porque sin poder dar explicaciones coherentes sé que va a suceder. ¿Por qué tan segura? ¿de dónde provino de repente tanta fuerza? del único por el que he decidido dar la vida... del único al que delego mi futuro.

Aún a tientas un poco, sé que viene algo grande y me estoy (¿están?) preparando... lo poco o lo mucho que falte depende sólo de mí. ¿Las decisiones? No, tampoco me preocupan, ya fueron tomadas y no daré pasos de regreso.

Extrañamente esa ciega creencia en lo que no está pronosticado me da fuerzas, me impulsa a seguir...

La fuente... ese orgullo por mí misma que, creí, me habría abandonado para siempre.