jueves, marzo 27, 2008

Marzo 27/08


El destino… a veces me gustaría tanto creer que existe, que hay siempre un algo que nos espera sin importar qué hagamos o qué dejemos de hacer. Que simple, pero no estoy segura de querer adoptar una actitud tan facilista frente a la vida. En cambio… lo incierto, lo impensable, lo luchado, lo soñado convierten el hallarse vivo en un desafío, aunque continuar parezca muchas veces un sin sentido.

No estoy tratando de hallar o llenarme de razones para entender por qué sigo aquí, sé muy bien que las razones no bastan para mantenerme en pie cuando la depresión y la tristeza se aferran a mis tobillos hasta derribarme. Se trata más de hallar un sentido profundo a este caminar vacilante, sin dejar de ser torpe. Para algunos funciona la religión, como lo hizo para mi mejor amiga del colegio, Susana. En el colegio no creía en Dios o simplemente no le importaba lo suficiente. Hizo la primera comunión porque aún no tenía la autoridad ni la edad para decir “no quiero”, pero no lo pensó dos veces cuando nos propusieron hacer la confirmación. Sin embargo, allí estuvo presente para acompañarnos a quienes sí queríamos reafirmar nuestra fe; bueno, digamos que por ese entonces la confirmación era para mí, más que un acto de fe, un requisito que debía cumplir para poder casarme más adelante… quizá si hubiese sabido que nunca iba a casarme en una iglesia y vestida con esos ridículos vestidos blancos que hace demasiado tiempo perdieron su significado junto a la virginidad de las novias, no me habría confirmado.

Nos graduamos y Susana se fue a California. No sé qué le hicieron o cómo sucedió, pero regresó asegurando ser cristiana. Desde entonces, en sus consejos nunca sobraron las palabras de Dios, en sus cumpleaños la diversión se volcó a encontrar Salmos y descubrir su significado y sus planes de fin de semana no podían ser en otro lugar que en la Iglesia. Fue así que la vida se encargó de bifurcar nuestros caminos, pues mientras ella clamaba su fe, yo acepté mi gusto por las mujeres. De un momento para otro, para Susana yo me convertí en una pecadora a la que había que tenerle compasión, y ella se transformó ante mis ojos en una persona cerrada, intolerante y poco comprensiva a la que había que huirle antes de que emprendiera su discurso religioso para convencerme por qué yo estaba equivocada y ella SIEMPRE tenía la VERDAD.

Sea como fuere, lo cierto es que a ella le funcionó la religión, no para hallar felicidad completa, pero sí para hacer de esta existencia algo más llevadero. A mi modo de ver, la religión también requiere una cierta actitud facilista frente a la vida, como la creencia en el destino, aunque no sé decir con certeza hasta qué punto van ligados. Si aparece un problema, una tristeza, una complicación… entonces es mejor dejarlo en manos de Dios porque Él sabe por qué hace las cosas, o de pronto es que Dios nos está enseñando algo que debíamos aprender para ser mejores personas y afrontar con entereza todas las buenas cosas que nos vienen. Claro, no se te puede olvidar rezar, rezar mucho para ver si se te hace el milagrito y se te resuelve el problemita… quién nos puede asegurar que si no hubiésemos rezado tanto igual ese problema habría desaparecido. Quedará sin respuesta seguramente mi interrogante, igual siempre he tenido claro que luchar contra algo tan intangible como la religión es un absurdo… en cuestiones de fe siempre habrá respuestas, pero pocas soluciones plausibles.

Religión para unos, yoga para otros, esoterismo para algunos, autoconvencimiento para otros cuantos… y así cada quien parece encontrar su razón válida. Mientras tanto yo continúo escribiendo sin sentidos que no me llevan a nada más que de vuelta a vos, esa mujer que más pronto que tarde se degustará leyendo mis textos para saber cómo debe reescribir mi historia.


A veces me gusta pensar que estás escrita en mi destino… otras cuantas, que vives de alguna forma fuera de mis cuatro paredes y mi desafío es encontrarte para convencerte de que este es tu lugar de llegada, que sin importar cuántos viajes hayas emprendido en el pasado... este es tu destino último.

domingo, marzo 23, 2008

Marzo 23/08

Hoy me siento enferma con la vida y a veces me inclino a creer que es cierto que uno tiende a somatizar la desgracia humana, esa misma de la que ahora soy presa. Gripa, fiebre, dolores intensos en el estómago que me tiran al piso y me incitan a no levantarme más. Cuando pienso en alguna enfermedad posible o me hablan de las diversas formas en que un ser humano puede morir, mi mente inmediatamente lo evoca con una euforia loca, como si desease con todas sus fuerzas mi muerte o, al menos, mi sufrimiento.

No estoy segura de querer morir aunque, de hecho, le temo más a la vida que a la muerte. Sé cuánto puede doler vivir y cuánto peso hay que arrastrar para seguir adelante. Fracasos, sueños a pedazos, decepciones, gente malintencionada, palabras agresivas, sentimientos punzantes, AMOR. Este último ítem sí que me atemoriza, pues después de haberlo visto a los ojos y haber dado la vuelta, nada parece tener sentido.

¿He amado? Claro… a mi perra llamada Crispeta que murió hace poco, a mis padres, a mis hermanos, al gato que nunca tuve, a mis amigos. Amor hay en todos lados, así como odio. El segundo mata, el primero no se queda atrás. Sí, hay amores de amores, ¿el amor hacia una mujer? La droga más adictiva, pero también la más escasa. Todas las mujeres se enamoran, son presa fácil de la seducción y los detalles. Podría ponerme, a mis 23 años de edad, a hacer una lista precisa de qué se requiere para enamorar a una mujer, pero no estaría del todo bien revelarlo a los hombres. Mi voz interior, si es que aún queda un eco de ella, me dice que no debo traicionar a mi género, así que ellos tendrán que descubrirlo por sí mismos.

Ahora, amor, esa es una palabra que no engloba a todas las mujeres. ¿Cómo hacer para que una mujer ame? ¡Qué no daría yo por ese secreto! Me hubiera evitado tantos tropiezos. Lo más curioso es que yo, ni siquiera por el hecho de ser mujer, he podido develarlo. Sin embargo, lo he conseguido unas 3 veces. Aún así, siento mucho que de esas 3 sólo 1 lo consiguió conmigo. Una vez en 23 años es lo que me ha regalado la vida para amar. ¿Privilegiada? Tal vez ¿Suficiente? No. Reemplazar la dosis de pasión desenfrenada por dosis de soledad no es un negocio fiable, menos satisfactorio. Soy una adicta compulsiva de una droga que no poseo y que, quizá, no pruebe en mucho tiempo.
Mientras tanto, mi cuerpo seguirá sufriendo los efectos secundarios de la escasez y mi mente continuará evocando cualquier enfermedad posible que le haga olvidar el verdadero mal.

jueves, marzo 06, 2008

Caminante

Cierras tus labios en un murmullo seco
Y en un grito mudo lloras los besos que crecen
Y corren lejos de ti.

Buscas incansablemente la soledad del huérfano
Y crees que en el desolado rincón del pasado
Hallarás las huellas para volver a casa.

Ignoras que tu hogar no tuvo nunca un presente,
Y allá vas con los ojos anhelantes
Y la mirada perdida.

Pasas a mi lado,
Me miras de soslayo
Y continúas tu camino sin rumbo.

Has dejado tu casa atrás
Y en tu ruta sólo hallarás hoteles de paso.
¡Buena suerte caminante!
Has dejado rezagada otra huérfana más…

lunes, marzo 03, 2008

Sin mí

Un frío despertar lejos de mi esencia,
es la perdición de mi alma en vilo,
es el propio desprecio que crece
y devora la dignidad.

Fui el reflejo de la perfección,
la ejemplar esposa de la ideoneidad,
el paso firme de la corrección,
era yo mi fiel convicción.

Ahora la grieta de humanidad
me expulsa a la incertidumbre del que vivo
teme por su existencia
y se ha perdido en el camino
a la propia idealización.

Soy la crítica de hace pocos años,
la culpa de quienes ya experimentaron
la imperfección
y vieron al final la luz de la compañia real.

Allá están todos ellos,
y yo apenas regreso sobre las huellas
de una infancia que me negué.

Un grito vacío de mí
y el eco de mi esencia se resiste a responder