martes, agosto 25, 2009

Morir un poco


Y de repente siento frío, un frío que recorre mi cuerpo y me quema... extingue poco a poco............ lento....... cada resto de amor. Me mata y este cuerpo agonizante ya no siente nada...

Al fondo un vacío... un halo de oscuridad hueco... y mi alma se avecina a saltar sin importarle nada... porque nada importa ya para afuera tampoco.

Hay agua en mis oídos, hay risas de los apartamentos contiguos en la profundidad del mar, de gente, de nadie...

Estoy desnuda y quisiera permanecer así, bajo el agua.... siempre. Sin ataduras, sin dolores... libre. Ansío tanto mi libertad como la calma. Y ninguna llega para quedarse.

Sólo quiero saltar y quizá dejarme morir un poco... sólo un poco. Hundir la nariz en el agua y quedarme sin respiración hasta sentir algo... sentir que la vida me deja... sólo un poco. Luego respirar por la boca para sentir como me vuelve la vida de golpe... y me aplasta con su fuerza. De nuevo querer morir... sólo un poco...

Vuelvo a sumergirme... hasta que morir un poco no me baste.

jueves, agosto 06, 2009

Pasan cosas


A veces me atemorizo al pensar que el “don” para escribir me ha abandonado. A veces, como ahora, en estos momentos muertos en la oficina me invaden cientos de ideas, de pensamientos… y a la vez, me siento completamente invalidada para expresarlas, plasmarlas, transmitirlas. Algo intento.

Ser colombiana en Argentina es toda una aventura, de hecho, supongo que a cualquier extranjero en cualquier país del mundo, la vida le cambia, le da un vuelco. De un momento para otro ya no soy sólo un nombre, un físico y una profesión… ahora soy acento, soy tonada, soy cultura, soy representante de costumbres, comidas, paisajes… pero más que nada… en este país SOY TONADA.

Sería genial que cada extranjero en el planeta (o en el universo) relatara cada uno de los días en su nuevo país de residencia, cada una de sus experiencias (por mínimas que parezcan), cada choque, cada risa, cada equivocación, cada palabra mal utilizada, cada chasco… porque cuando entramos en otra cultura no sólo aprendemos de ésta, sino que entendemos y valoramos cuán diferentes somos, cuánta riqueza cultural poseemos… riqueza que casi nunca percibimos porque en el país natal son cosas del día a día… se convierten en rutina y ahí se olvidan.

Mis experiencias han sido tantas y tan variadas… para reír, para llorar, para desesperar, para entender, para aprender, para cuestionarse… y es triste, porque las he dejado reposar en mi cabeza hasta que ya se van volviendo borrosas debido a este sentimiento inagotable de incapacidad para escribir.

Rescato brevemente ciertos recuerdos que aún se mantienen vagamente:

/ Un señor en el colectivo a mi lado tomando leche de bolsa. Se la regó toda sobre el suéter y, como si nada, cruzó los brazos sobre el pecho y se echó a dormir la siesta.
/ Una señora de pelo corto (morado claro… violeta) con una mochila de scout sobre los hombros y un cigarrillo de dudosa reputación entre los dedos sosteniendo una conversación acalorada (puteando) con un árbol o una persona invisible al otro lado de la acera (realmente no pude definir cuál era el receptor).
/ Un viejito cascarrabias en el colectivo que empuja maleducadamente el pie de mi novia y le hace golpear la rodilla bruscamente. Lo hace así, sin más, sin pedirlo, sin hablar y, lo más importante, sin que el pie de mi novia le estorbe de forma alguna. Luego de llevada a cabo la acción dice: “¿Por qué no te metés las patas en los bolsillos?” y mi novia, malhumorada con toda razón, le responde: ¿Por qué no se mete usted en pipí entre el culo”. Sorprendido y sin saber qué hacer o qué decir, el viejito se baja apenas el colectivo abre las puertas. Desde la acera lo veo anonadado mirándonos mientras nuestras vidas se alejan, quizá para siempre.
/ Un colombiano que se sienta a mi lado en el cine. Fiel representante de mi país, estuvo toda la santa película haciendo comentarios (no a la persona que se sentó a su otro lado, sino a la sala completa) sobre la película. Exclamaciones como “Uy no!” “qué karma” “Pobre pelada” fueron el el menú de la noche. Aunque ni qué decir de los argentinos que, al finalizar el film, se pusieron a aplaudir emocionados.
/ Entro al ascensor de un edificio, cierro la puerta (en realidad las 2 puertas) y me quedo parada allí frente a la misma (o las mismas) esperando llegar a mi piso. Al detenerse el elevador, abro las puertas y ¡oh sorpresa! hay una pared de concreto. Consternada doy vueltas sobre mi eje para descubrir que a mis espaldas había otras 2 puertas. Conclusión: si va a subir a un ascensor en Buenos Aires, localice antes todas las puertas o salidas posibles y puede jugar a acertar cuál será la correcta antes de deternerse el elevador.

Trataré, como me sea posible, de relatar de cuando en cuando uno que otro acontecimiento. Créanme… aquí todos los días pasan cosas, como bien me lo dijo una voz amiga en cuanto llegué “Te van a pasar cosas en Buenos Aires”.