miércoles, septiembre 26, 2007

Domingo

Me despierto de un sueño largo y pesado. Me sorprendo al recordar mi sueño y, más aún, al descubrir mis deseos ocultos. Ella frente a mí y yo besándola locamente. No, no era la cantante, no era tampoco el motivo de mis pasados esfuerzos de olvido… era ella, causante hace algún tiempo de vagar por mis sentidos sin llegar a poseerlos.

Voy ya mismo para allá, afirmo emocionada. En el trayecto me voy conversando con el taxista como haciendo alarde de esa nueva seguridad en mí misma. Besos, abrazos y una cerveza en mi mesa. Parece entonces que no hubiera pasado el tiempo y que los percances y antiguas discusiones no hubieran sido con nosotros. Risas entre gritos de Gol… ganaba Nacional contra Quindío. Todo era una buena razón para celebrar, para estar juntos. Salud, y otra cerveza.






Ya llegué Tati. Me despido con la promesa de llamarlos más tarde y caerles donde quiera que se encuentren. Mi prima me saluda con emoción. Su presencia nos pone inmediatamente bajo el telón de la complicidad… la amistad verdadera, pienso con alegría. Entramos a un bar que queda al aire libre en el centro comercial Vizcaya. Un opera y un tequila sonrise, por favor, ordena mi prima. Se da paso entonces a las confidencias… lo que no nos hemos contado en un mes que llevamos sin vernos. No sea boba Tati, usted vale mucho para ponerse en esas. Me encuentro en las palabras de mi prima y refuerzo mi fortaleza. Después de liberados los pesos de vivir, empiezan las risas… recordar que, aunque lejos, estamos siempre presentes. Comienza a llover, pero no nos importa… esto no es de todos los días.

Mi prima me deja en el apartamento de El Paisa. Él y Valen me reciben emocionados. Un vodka frente a mí y dos rondas de parqués. Siento entonces el alivio del perdón mutuo, el perdón sincero… ese en el que el presente se impone por encima del pasado… ¡Por fin he dado alcance a mi presente en esta carrera loca!, pienso ilusionada. El alcohol empieza a correr por mis venas y lo siento en la cabeza. Risas, una caída de Valen directo al suelo y más risas.



El alcohol no me permite caminar en línea recta y siento rabia cuando eso sucede. No sé cómo ni en qué momento me dirijo al cuarto, tomo el celular y llamo. Los recuerdos son borrosos, una nube de alcohol me lanza pocos visos de lo que se dijo. Te amo, te amo marica. Sus palabras rebotan en mi corazón contra la coraza de mi presente alcanzado. El amor lucha, no se abstiene… doble juego, doble juego. Shhh shhh… no quiero oírla, nada de lo que diga tendrá mayores repercusiones en mí, no hay nada nuevo para las dos… shhh… pero yo sí quería hablar. Por alguna razón me gusta hablar cuando estoy ebria, de hecho, creo que es en la única condición en que dejo hablar con sinceridad a mi corazón.

Frases y palabras se atropellan en mi mente sin tener ningún hilo conductor: se acabó el juego, no más doble juego, yo no soy ella, eres la única, así te cases, me perdiste, yo sé lo que valgo, maté las esperanzas, tú no me esperaste un año como sueles decir, se acabó para mí. Soy una basura, yo ya te perdí, no me tortures, déjame en paz entonces, yo sé que no eres ella, te amo. Sus palabras no importan ya… no hacen daño. Un suspiro entrecortado y ya me es difícil volver a respirar… lloro y no puedo hablar… shhh… lloro no verla en mi futuro, lloro haber dejado de amarla, lloro no sentir el dolor de perderla, lloro haber dejado todo atrás a pesar de no haberlo querido así, lloro haber presenciado el final y haberlo alcanzado con éxito… ¡He aquí lo que quería! ¡Lo tiene ahora frente a sí! Mi celular se descarga como protestando ser testigo de una conversación sin sentido y sentenciando el final.

Caigo profundamente dormida y doy olvido a lo acontecido. El sueño no da paso al arrepentimiento… cuando se ha hablado con el corazón no hay mucho que reprochar.

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