miércoles, octubre 31, 2007

Ojos en el reflejo


El cansancio siempre pujando sobre los hombros, es el tedio de haber vivido demasiado…

Hoy el sol ha salido siguiendo su rutina, esa misma que me recuerda lo inexplicable de la vida, lo insignificante de mi existencia… Me tomo mi tiempo para levantarme de la cama, no encuentro el impulso necesario para enfrentar la vida que pasa ante mis ojos sin mayores repercusiones.
Me dirijo con pasos lentos, casi arrastrados, hacia el espejo. No me acostumbro aún a mi nuevo corte de pelo. Una mirada rápida y furtiva y parezco más joven, quizá de unos quince años si mucho. Me detengo entonces en mis ojos y me clavo la mirada. ¡Qué extraño es verse directamente a uno mismo sin el velo del auto juicio! Unos ojos verdes y apagados me miran del otro lado sin compasión, con una mirada triste y perdida, pero fija, siempre fija. Veintidós años parecen ser muy pocos entonces, demasiado pocos cuando la vida ha dejado sus rastros… los circunda, los hunde, vuelve opacos este par de ojos mancillados por lágrimas pasadas y amores construidos a punta de recuerdos.

Un manto gris, casi granuloso, cubre por un momento el verde de esos ojos atentos… es la nube de recuerdos que no deja de atacar en soledad, esa soledad fría y ácida, que no descansa hasta recorrer los más sensibles recodos de la sensibilidad humana hasta hacerme sangrar y agotarme en llanto. Pero hoy no lloro y el reflejo tampoco. Hoy sólo hay cansancio… dos ojos exhaustos me miran como suplicando una tregua, una que decido concederles.

Pero la nube gris aún no se ha ido y, tras una polvorienta muralla de protección, descubro miles de besos… los ojos verdes del reflejo se desnudan ante mí. Besos masculinos, casi herméticos, con sus largas lenguas húmedas de deseo que asfixian hasta el más intrépido sentimiento. Besos desbordantes de mujer, apasionados, suaves y blandos al contacto, casi fugitivos. Besos largos y lentos, que se hunden en la exploración del propio sentir. Besos cortos y rápidos, siempre agitados y en espera de un nuevo y más atrevido movimiento. Los veo todos, uno a uno en la grisácea nube de recuerdos mudos… he besado el pasado con frenética aferración, como queriendo atrapar en algún lugar de esa cavidad oscura mis sueños sin suelo. He besado el presente, con esos besos vacíos y distantes, para luego verme en los ojos del instante que no prometen nada más que el hoy. He besado mi futuro en besos largos y continuados, que duran meses, quizá años, y no parecen desgastarse con el correr del tiempo que todo lo cura, hasta el amor más voraz.

Lo he tenido todo y he visto su discurrir lento por el trazo tosco de mi vida. También he visto cómo se aleja, cómo me deja todo lo que una vez obtuve y retuve como si fuera mi único motivo, el último suspiro que me ata a esta vida ajena de compañías eternas. Y al marcharse, dejan su huella, ese color opaco en los ojos que me miran, como si cada pérdida se llevara consigo el brillo de los sueños. Y dejan la derrota al lado del cansancio que me sofoca. Sólo dos ojos, los mismos de siempre, los que han cargado con mis errores y decaídas… ellos y la soledad. Sí, la soledad, siempre al lado, esperando tranquilamente el momento para caernos encima como prueba del desastre, la misma que no lleva la cuenta de los malos pasos o las amplias y francas sonrisas, que le da lo mismo si hemos amado o nos hemos pasado de boca en boca sin haber dejado de nosotros ni siquiera un poco en el camino que han marcado nuestras lenguas… ¡qué más le da! Al final estará siempre allí, con sus inmensos brazos fecundos en la oscuridad… sin juzgar, sin señalar… ese trabajo no lo deja a nosotros, fieles rehenes de su silencioso andar, desconocidos de una vida que nos fue dada y nos puede ser arrebatada por igual… sin avisos previos, sin alarmas… y así como vino se va, sin habernos dado el chance de descubir si quiera el por qué.

Bajo la mirada al suelo y lo mismo hacen los dos ojos en el espejo… verdes opacos, opacos de vida, de cansancio, de experiencia, de sufrimientos… conocedores desgraciados de su destino sin propósito. Ya nada les importa… el amor, los sueños, las ilusiones… que vayan o vengan, la misma da, se han cansado de esperar lo que no se les prometió nunca.

El sol se oculta por el occidente, dejando tras de sí un halo de luz que no demorará en desaparecer tras él, condenando a todos los seres… enamorados, tristes, ilusionados, exitosos, sonrientes, sufrientes… a la propia existencia oscura.

Mis ojos, ya no puedo ver mis ojos… una oscura tela de noche se ha interpuesto entre ellos y yo.

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