Acá me tienes, sin máscaras, pura, transparente. Ahí te tengo, débil, frágil, mía. Extiendo mi mano y rozo la tuya. Por un momento te olvidas del mundo exterior, de ellos, cierras los ojos y sientes un escalofrío recorrer todo tu cuerpo. Yo te observo y unas ganas inesperadas de besarte me llenan el alma.
Mi mano sube hasta tu cara, tu boca, tus labios… tus ojos cerrados. No oyes, no miras, sólo sientes. Mi otra mano se posa en tu cintura y te trae hacia mí. Estás cerca, tanto que siento tu respiración… es rápida, mi tacto la controla. Tu olor hace que mis ojos se cierren, ahora es la oscuridad nuestro lenguaje; es el silencio nuestro testigo, eres tú, soy yo, somos dos en un mismo sueño de sentimientos.
Tus brazos rodean de repente mi cuello y mi respiración se torna entrecortada. No presentimos el ruido ausente, no existe; me hablas sin palabras, me escuchas en el silencio; el lenguaje está en el aire, en la nada, en ti, en mí, entre nosotras.
Las ganas de besarte desaparecen, es suficiente con tu presencia, tu respiración, tú en mis brazos. En cada palabra no pronunciada me entregas tu vida, tu corazón, tu futuro. En cada respuesta callada dejo brotar el sentimiento y te lo doy a ti. Tu entrega acaba con mi orgullo, con mi fortaleza, con mi insensibilidad… un mar de debilidades se hacen presentes y me recuerdan qué tan humana soy.
Tu boca roza la mía, juegas… en cada roce un sentimiento nuevo. No quiero besarte, quiero desearte; no quiero tenerte, quiero extrañarte; no quiero quererte, quiero amarte. De pronto te acercas a mi oído y susurras palabras que no quiero entender, sueños que no quiero vivir, futuros que no quiero presenciar; no oigo tus palabras, oigo tu silencio entre cada una de ellas y eso me dice más; ese silencio no me habla de futuros ni de sueños, me habla del presente, de lo que sientes, me habla de ti, lo que no quieres decir ¿qué sueño o qué futuro puede ser más grande y maravilloso que este presente? Yo no sueño con futuros inciertos, vivo presentes certeros y realidades soñadas a tu lado.
Te quedas quieta, me miras a los ojos en espera de una respuesta; de vez en cuando dices: “háblame por favor”. Oigo tus palabras, pero son tan sólo balbuceos lejanos, ajenos, sólo movimientos de tus labios. Las respuestas están ahí, no en lo que quieres oír, sino en eso que te niegas a escuchar. Mis palabras se las ha llevado el viento, se las ha tragado tu respiración, las ha borrado tu presencia; el sentimiento permanece, se expresa, se desborda.
Mi silencio parece atormentarte y tus ojos reflejan confusión, me dices que nunca podrás acostumbrarte a mí, que no quieres hacerlo; es entonces cuando optas por callar, cerrar los ojos e intentar entender. Vuelvo a observarte, concentrada, apacible, buscando respuestas a preguntas que no las poseen: ¿Qué siento? ¿Cómo estoy? Estoy y siento, ¿acaso importa el cómo y el qué? No, pues es ese mismo misterio, ese mismo secreto, el que hace que esté y sienta.
No tiembles, no hay porqué temer a los ruidos sordos, teme cuando mi voz rompa el silencio, pues mis palabras habrán callado para siempre lo que siento.
Mi mano sube hasta tu cara, tu boca, tus labios… tus ojos cerrados. No oyes, no miras, sólo sientes. Mi otra mano se posa en tu cintura y te trae hacia mí. Estás cerca, tanto que siento tu respiración… es rápida, mi tacto la controla. Tu olor hace que mis ojos se cierren, ahora es la oscuridad nuestro lenguaje; es el silencio nuestro testigo, eres tú, soy yo, somos dos en un mismo sueño de sentimientos.
Tus brazos rodean de repente mi cuello y mi respiración se torna entrecortada. No presentimos el ruido ausente, no existe; me hablas sin palabras, me escuchas en el silencio; el lenguaje está en el aire, en la nada, en ti, en mí, entre nosotras.
Las ganas de besarte desaparecen, es suficiente con tu presencia, tu respiración, tú en mis brazos. En cada palabra no pronunciada me entregas tu vida, tu corazón, tu futuro. En cada respuesta callada dejo brotar el sentimiento y te lo doy a ti. Tu entrega acaba con mi orgullo, con mi fortaleza, con mi insensibilidad… un mar de debilidades se hacen presentes y me recuerdan qué tan humana soy.
Tu boca roza la mía, juegas… en cada roce un sentimiento nuevo. No quiero besarte, quiero desearte; no quiero tenerte, quiero extrañarte; no quiero quererte, quiero amarte. De pronto te acercas a mi oído y susurras palabras que no quiero entender, sueños que no quiero vivir, futuros que no quiero presenciar; no oigo tus palabras, oigo tu silencio entre cada una de ellas y eso me dice más; ese silencio no me habla de futuros ni de sueños, me habla del presente, de lo que sientes, me habla de ti, lo que no quieres decir ¿qué sueño o qué futuro puede ser más grande y maravilloso que este presente? Yo no sueño con futuros inciertos, vivo presentes certeros y realidades soñadas a tu lado.
Te quedas quieta, me miras a los ojos en espera de una respuesta; de vez en cuando dices: “háblame por favor”. Oigo tus palabras, pero son tan sólo balbuceos lejanos, ajenos, sólo movimientos de tus labios. Las respuestas están ahí, no en lo que quieres oír, sino en eso que te niegas a escuchar. Mis palabras se las ha llevado el viento, se las ha tragado tu respiración, las ha borrado tu presencia; el sentimiento permanece, se expresa, se desborda.
Mi silencio parece atormentarte y tus ojos reflejan confusión, me dices que nunca podrás acostumbrarte a mí, que no quieres hacerlo; es entonces cuando optas por callar, cerrar los ojos e intentar entender. Vuelvo a observarte, concentrada, apacible, buscando respuestas a preguntas que no las poseen: ¿Qué siento? ¿Cómo estoy? Estoy y siento, ¿acaso importa el cómo y el qué? No, pues es ese mismo misterio, ese mismo secreto, el que hace que esté y sienta.
No tiembles, no hay porqué temer a los ruidos sordos, teme cuando mi voz rompa el silencio, pues mis palabras habrán callado para siempre lo que siento.
2 comentarios:
Me alegra cómo te adueñas de las palabras aún prefiriendo el silencio. Es conmovedor y brillante. Si lo pudiera expresar tan bien como tú, no estaría aquí, poniendo de manifiesto tu genialidad y mi torpeza.
Definitivamente adentrarme en tus palabras agudiza mis sentidos..ese silencio mezclado con la noche es erotismo y lascivia, renuncia y espera... Hermoso...sé bien que momentos como estos solo se dan una vez, narrarlos logra perpetuarlos para siempre en la memoria de quien los lee...
Publicar un comentario