jueves, enero 24, 2008

Impulso


La vida nace ceñida a dos ojos de llantos abismales,
ajustada a gritos que intuyen la llegada al averno.
Luego es que aprendes a reír en omisión
de tu propia existencia terrenal,
pues dentro guardas pecados que nadie conjetura.
¿Y qué?
Aquí sigues como androide
fingiendo pertenecer al edén de lo impuesto.

Sabes que con una palabra la puesta en escena se desploma,
la marioneta se derrumbará frente a los asistentes al teatro de lo normativo,
y rotas las cuerdas de lo reglamentario
será el hazmerreír de la concurrencia.

De pronto,
en un impulso desenfrenado
abandonas el puerto de gentes comunes
y resuelves zapar en tu bote de dudas de papel.

Tus turbaciones como remos en tu poder
te encaminan hacia lo prohibido.
Visualizas la tormenta en el límite de lo presentable
y persuades a tus convicciones de que las consecuencias no importan ya,
que quizá haya posibilidad de sobrevivir al diluvio.

Te aproximas a gran velocidad,
los relámpagos encolerizados de la sociedad en la sala del juicio te espantan
y los truenos en vilo declaran culpable al nuevo reo.
¡Cadena perpetua al infractor!

Te descubres sola en la celda de lo impronunciable y
tratas vanamente de silenciar al crepúsculo que murmura:
hoy debes suicidarte,
no se te antoja probar el sabor de la diferencia.
Vive para mañana
y tu agonía será el suplicio de un arrepentimiento perenne.

Haz tu elección,
de ti depende el porvenir del nacido defectuoso.

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