lunes, mayo 16, 2011

Al final, todo siempre está bien

Ahí estabas después de 7 meses… con ese nerviosismo tan propio. Y empezaste a orbitar alrededor de mí… “te extrañaba.” Caminamos tratando de evitar estar mucho tiempo en silencio… sobre cualquier cosa posible… ¿qué podíamos hablar después de 7 meses?

Caminamos hasta ese barsito que tantas veces nos ocultó del mundo exterior, de los prejuicios, de tu familia, de tus miedos… donde tantas veces te miré con admiración y me decía una y otra vez que aprovechara el momento porque quizá al salir de allí todos tus miedos te iban a dar alcance e ibas a dejarme allí…

Y ahí estaba de nuevo, contigo y sin ti, tan lejos y tan cerca… Te sentaste frente a mí y era mi turno de hablar… para eso estabas allí. Después de 7 meses empezaron a salir las palabras, tan atropelladamente que al final ya ni yo sabía lo que estaba diciendo. “No entiendo… ¿ qué es lo que quieres?”, me preguntaste. Ja! Sin duda todo era más claro cuando no te tenía enfrente… había practicado mil veces en mi cabeza esa conversación… y, de repente, con tu mirada sobre mí… olvidé hasta el motivo por el que te había citado.

Estaba absorta con tus movimientos, tu risa, tu forma de mirarme… confundida, esa mirada que desboradaba ternura y algo de nostalgia… esa manera de bajar la cabeza cuando pregunto sobre tu vida, tu trabajo, tu felicidad… ¿la alcanzaste sin mí? “Uy al pelo”… ¿sí?... “no, obvio no” y te ríes con esa facilidad de ti misma. Ahhhh cuánto quería abrazarte en ese momento y decirte que todo va a estar bien porque, al final, siempre todo está bien.

Pero era difícil el contacto, era quemarme… con mi pasado… volver a sentir… y tenía miedo. Por eso trataba de mantener mis manos ocupadas con el papel que había arrancado de mi botella de cerveza o con la servilleta… cualquier cosa que me abstuviera de tocarte.

“Creo que … de cierta forma te sigo amando”… “qué va, lo que te falta es conocer a una vieja que te mueva todo otra vez”, tan tú y quizá… cierto. Realmente era complicado pensar en eso cuando algo que no entiendo me seguía jalando hacia el abismo, aunque también había convicciones más fuertes que me abstuvieron y me gritaron “NO SALTES!”.

Te veía ahí… quizá por primera vez, tal cual eras… y te amaba. Desde ese lado de mi silla sólo te deseaba felicidad y properidad, aunque fuera lejos de mí.

Luego un largo camino hacia mi carro… y, aunque no llevabas botas esa vez, casi podía oírlas… una y otra vez… antes me gustaba oírlas porque me reiteraban que caminabas a mi lado… de mi lado. Ese día quise oirlas, ansiaba oírlas, volver a sentir por un momento que podías estar caminando cerca a mí… pero todo estaba en silencio… llevabas converse y dejaste las botas en casa “pensé en ponérmelas, pero ayer tenía botas, entonces no…” y yo sólo dije “menos mal, puedo vivir sin ellas” !MENTIRA!

Y todo el camino a tu casa en mi carro me ensimismé… muchas veces en esos 7 meses miraba al puesto del copiloto para volver a reiterarme que no estabas ya… que debía aceptarlo así y que yo sabía que tarde o temprano iba a ser así… ibas a bajar de mi carro. Más de una vez, al no verte ahí, lloré rumbo a mi casa, en silencio… esperando que todo pasara… porque al final todo siempre está bien, ¿no?

Pero ahí estaba manejando otra vez hacia tu casa, como si el tiempo no hubiese pasado… y quería quedarme callada y resguardarme en el silencio… y disfrutar tu presencia. Ni miré nunca hacia ti… me daba terror saber que iba a voltear y ahí te iba a encontrar esa vez… me había acostumbrado a encontrar una silla vacía… y sé que debo seguir acostumbrándome a que sea así. “¿Y qué más?”, dices. No volteé.

Paré y me orillé… le hice frente a la situación y volteé. Aunque seguía temiendo al contacto, te abracé… y volví a olerte… “te extrañaba” “te extraño”… y volvió esa presión en el pecho. No necesitaba más. No se trataba de darte besos… bastaba con eso… con sentirte en mi vida otra vez…”te amo”. Ganas de llorar, quizá de aferrarme a algo que no existe y que no existirá ya… esa presión dentro que me gritaba “Sientes!!”.

Te miré ahí… como si el tiempo no hubiese pasado… sólo tú y yo, como en nuestro barsito… como si todo lo que importara estuviese dentro de mi carro… sólo tú y yo y eso que nos une… no quería besarte, más bien conservarte allí para siempre.

Pero claro… tenías que bajar… y volver a tu realidad… y devolverme a la mía.

“¿No volverías con ella?”, me pregunta una amiga. “Claro, cuando el mundo entero sea un bar… o mi carro”, respondo, "¿estás bien?", insiste, "sí, al final, todo siempre está bien" ¿o no?

3 comentarios:

Armanda Klopotowski dijo...

Te quiero mensa...no hagas lo que debes hacer...haz lo que realmente haga feliz a esa parte tuya que tiene toda la capacidad de amar.

Mwah!

Linknas dijo...

Es encantador pasar a leerte! y mas cuando hace mucho no lo hacia!
Date el gusto que te lean sin limites, ni paredes! te merece quien se atrevan a ver que su mundo y el tuyo es mas que un lugar...

Fedra dijo...

Es un alivio leerlas a las dos. Me gusta saber que hay personas por ahí que pueden entender :)