domingo, diciembre 12, 2010

El señor muffin

En efecto, esa mujercita continúa siendo la misma niña indecisa que en menos de 8 horas pasa de decir “quiero estar contigo bien” a “lo siento, mi familia está primero”. Esta noche siento que ya no la amo. Esa persona que amé se desdibujó y con ella todo lo que sentía.

Siento que la vida está siendo muy buena conmigo. Se me han presentado seres que con conversaciones cortas me aportan lo que pocos, que con unos cuantos mensajes de texto me abren mi perspectiva del mundo, que con una sonrisa me dicen que todo está bien, que hay cosas maravillosas por las que vale la pena seguir viviendo… las pequeñas cosas.

Este personaje que me visita todos los jueves en el café me llena con sus ojos de niño perdido, su conversación me atrapa… y siempre se va con ese beso sincero. Luego envía unos cuantos mensajes de texto que me hablan más de su mundo interior que de su presente o qué hace en su vida. Me intriga. Sólo sé su nombre… uno que ni siquiera sé si es real. No sé qué hace realmente, si está con alguien o no, con quién vive o qué hace los fines de semana… sólo sé que ama a los gatos y se considera uno, que vive por su guitarra, que le gusta andar solo, que no es dado a las redes sociales o a la rumba, que su familia juega un rol central en su vida, que le gusta el chocolate caliente y los muffins de mora, que disfruta de una buena conversación, que le perturba un poco cuando su interlocutor se queda viendo un punto fijo, que piensa que el reggaeton tiene la misma ciencia que el porno…

No me interesa si seremos amigos, algo más, o sólo un breve intercambio de pensamientos cada semana… me gusta su presencia ausente.

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