Memorias de mil vidas,
y todas tan intangibles,
tan lejanas,
tan ajenas...
He escalado cimas que parecían inalcanzables,
solo para llegar a páramos desérticos.
He caído tan bajo que la piel quema,
y el corazón emulsiona,
para encontrar allí mi esencia,
mi fuerza.
He recorrido caminos que no me correspondían,
y he caminado cuerpos que ya no reconocería.
He dado pasos en vidas que no he marcado,
y he marcado rutas en almas que alguna vez creí inconquistables.
He retrocedido para no interponerme en sendas que otros han elegido seguir,
y que no me incluyen a mí.
He recogido pasajeros en los lugares más inciertos sin sospechar que mi tarea sería acercarlos a su destino,
mas no recibirlos como acompañantes permanentes de mi viaje.
Somos transeúntes inexpertos lanzados a habitar un tiempo y un espacio que no se detienen,
no se inmortalizan.
Principiantes a la expectativa de cada tramo que aprenden a medida que avanzan.
Prueba y error.
Hace ya un tiempo,
tras sobrevivir a un derrumbe de dos una noche que duró lo que tardan los rostros en revelarse,
decidí aventurarme por una bifurcación escondida que ansío,
esta vez,
sea a mí a quien acerque a su destino.